Enero de 2024, 16:30

Hotel Aitana

Madrid

Diciembre, 2016

Celia en la revolución

Fortún, Elena

Celia Gálvez, que ha dejado de ser niña y con 15 años tiene que ocuparse de su familia y ser testigo de la Guerra Civil. En 1936 han fusilado a su abuelo y ella, con sus hermanas Teresina y Mila, la fiel Valeriana y su padre enfermo se refugia en Madrid. Las dos pequeñas son evacuadas a una colonia infantil pero Celia permanece en la capital desde donde cuenta los horrores de la guerra.

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Nos encontramos ante una visión de la guerra civil española (1936-1939), en la zona republicana, desde la óptica de los no combatientes. Los motivos de preocupación de los no combatientes son los "paseos", las bombas y el hambre.

Recibieron el nombre de "paseos" las ejecuciones realizadas por las milicias populares, entre julio y diciembre de 1936, de los enemigos de clase e ideológicos. A estos se les consideraba "fascistas" y se les tachaba de "chupasangres", que habían vivido a costa del pueblo y ahora tenían que sufrir su cólera. En el grupo se incluía a sacerdotes y religiosos.

La contrapartida de los "paseos" eran las bombas que los sublevados arrojaban sobre las ciudades para debilitar la voluntad de resistencia de la población. El caso más conocido es el de Guernica, pero también fueron bombardeadas insistentemente Madrid, Barcelona, Valencia, Santander o Málaga. El bombardeo indiscriminado de las ciudades es inmoral y contrario a las leyes de la guerra que mandan respetar a la población no combatiente, pero volvió a realizarse durante la Segunda Guerra Mundial sobre Londres, Alemania o Japón. En este último país se arrojaron dos bombas atómicas, capaz cada una de eliminar una ciudad. Más recientemente se ha practicado en Vietnam, Bosnia, Irak o Siria. Hay que insistir en que esta práctica es contraria a la ética que debe aplicarse en la guerra.

Sobre el hambre no hay nada que decir, ya que es inherente a todas las guerras, especialmente en el caso de las ciudades asediadas como fue Madrid. Del contexto se desprende que al final fue el hambre lo que más hizo sufrir a la población civil, más que los "paseos" o las bombas,

Al final de la novela Celia (trasunto de Elena Fortún) reprocha a los que la rodean haber deseado ocultamente la victoria de los insurrectos. Sólo unos pocos idealistas, como Celia y su padre, confiaban en la victoria republicana y al final de la guerra marcharon al exilio.

La novela se lee muy bien.

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Otra de las historias del conocido personaje de Elena Fortún, pero ya algo mayor y que describe la visión de la guerra civil española con los ojos de una adolescente.

 

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Crónica novelada de la Guerra Civil con un realismo que hace meterse en Madrid, Valencia, Albacete, Barcelona, Segovia durante esos meses, años de horrorosa crueldad.  
Autobiografía con una notable calidad literaria.
Muy recomendable para quien quiere conocer más de cerca la Guerra Civil Española. 

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Las historias contadas a través de los ojos de un niño (una adolescente, en este caso) tienen la fuerza del relato limpio y nos ponen en contacto con una realidad expuesta sin paliativos y sin filtros ideológicos que la deformen. De manera magistral, Elena Fortún (seudónimo de Encarnación Aragoneses) nos presenta, en toda su crudeza, sucesos de la guerra civil española, centrándose en lo acaecido en Madrid, aunque también, en menor medida, en Barcelona, Valencia y alguna otra ciudad que se menciona de pasada. Magnífica novela que mete de lleno al lector en los horrores y el sinsentido de la guerra. Le he dado cinco estrellas.

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Formidable testimonio de lo que fue para la población civil la guerra del 36. La autora, en un relato con tantos visos biográficos, muestra la miseria humana desbocada por el odio y la ignorancia, como la humanidad -sentido cristiano-, de tantas personas buenas y nobles que acogen y comparten con los refugiados su pobreza, con generosidad y sacrificio, poniendo en juego, en ocasiones, sus vidas.
Es patente el horror y repulsa de tantos abusos inhumanos ocasionados por la ofuscación de ambos contendientes: asesinatos, bombardeos sobre civiles, odio a la religión, saqueos, etc., y una ignorancia y superficialidad de ideas que hacen del pueblo esclavo de ideologías inhumanas.
Llama la atención cómo queda enmascarado el odio a la religión en unos planteamientos democráticos que más bien se asemejan a un totalitarismo igualitario que no reconoce los derechos de una sociedad plural y pasa por alto el derecho a la libertad, que no se pliega a una tiranía por demás atea impuesta por la fuerza.
 

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Una espléndida narración de la situación de la población civil en las diversas ciudades en conflicto durante la Guerra Civil española. La gran ventaja de este relato sobre otros que se puedan leer es que aquí la autora lo ha vivido en primera persona. No escribe de oidas, lo ha vivido. Y además, seguramente con una edad muy parecida a la de la protagonista. La visión de lo que ocurre no es lo mismo a través de una joven de 15, 16, 17 años, que a través de la percepción de un hombre más maduro. Esto permite leer una historia muy dura, pero con ojos amables. Leer artículo...

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Una de las mejores novelas que he leído sobre la guerra civil española. Con la mirada de una adolescente, la autora deja un testimonio de la tragedia, en la que cuenta lo que ve, la perplejidad, el asombro ante el drama de tanto dolor, las atrocidades que se cometen en ambo bandos, pero también las actitudes generosas y el sacrificio de personas que luchan por sobrevivir con dignidad y honradez. De un modo muy vivo y con calidad literaria, nos muestra los horrores de la guerra, de cualquier guerra.

Imagen de José Ignacio Peláez Albendea

Magnífica novela sobre la guerra civil española. La autora, Encarnación Aragoneses, vivió la tragedia de la guerra civil en Madrid, Valencia, Barcelona y Albacete. Y la cuenta con gran realismo, tamizada por la mirada de una niña de catorce años, Celia, que vive con su padre, militar del ejército republicano herido, y sus dos hermanas pequeñas.

La colección de novelas de Celia y de su hermano Cuchifritín, escritas para niños y adolescentes, fueron muy populares: aunaban una gran capacidad de la autora para relatar el mundo infantil y juvenil y un fino oído para las voces de la infancia y la adolescencia, con una notable calidad literaria.

La autora, nacida en Madrid en 1886, esposa de un militar republicano, participó en las inquietudes culturales y vitales de su época. Con una sensibilidad política de izquierdas, que aparece reflejada en la novela, si bien sin afectar las ideas a la calidad literaria de la narración. Tuvo una evolución religiosa interior también, desde un cierto desapego a la fe de sus padres, y un buceo en la teosofía, a la vuelta y conversión a la Iglesia Católica en la última etapa de su vida; en esta etapa compartió inquietudes y amistad con otra gran escritora conversa de los primeros años cincuenta: Carmen Laforet.

Con el sobrenombre de Elena Fortún hizo enormemente populares a sus personajes. A Celia, la principal, la acompañó literariamente hasta su boda y más allá. Pero faltaba una novela de la adolescencia y la época de la guerra civil; esta novela fue escrita por la autora y acabada, según consta en el manuscrito, en 1943. Pero no fue editada hasta los años 80, y ahora ha sido reeditada por Renacimiento.

Coincido con Andrés Trapiello en su prólogo: es una magnífica novela sobre la guerra civil, comparable por su calidad literaria con "A sangre y fuego" de Chaves Nogales, "Madrid de Corte a Checa", de Agustín de Foxá... Tiene esta obra la frescura de lo vivido: quizá porque la autora lo experimentó en primera persona. Conocemos de primera mano las sacas de las checas y tribunales populares, con los asesinatos diarios de personas que no habían cometido otro "delito" que ser de derechas, conservadores, o simplemente, vivir su fe católica; Madrid hasta diciembre de 1936 fue ciudad sin ley, donde predominaron la venganza y los ajustes de cuentas, superando todos los límites conocidos. Y Celia, con catorce años, ve aquello y lo cuenta, sin hacer juicios, pero lo cuenta. Narra los bombardeos de Madrid por el ejército macional, la destrucción del barrio de Argüelles, las colas para adquirir alimentos, las cartillas de racionamiento, el hambre... Todo desfila ante sus ojos y afecta a la vida de esta chica de catorce años.

El estilo narrativo es muy fluido, una novela que avanza a base de diálogos muy bien elaborados, con ese especial oído que tiene la autora para el mundo vital de los niños.

Las breves descripciones son muy ajustadas y eficaces, con calificativos bien traídos y no gastados.

Hay algún comentario anticlerical al ridiculizar a un personaje, que deja mal y aparece ante los ojos de Celia como una persona egoísta y poco noble, e incluso un poco tonto... pero casi parece, por lo que cuenta de la conducta de esa persona (una excepción entre tanto heroísmo de personas que vivieron su fe dando su vida), en este caso, un anticlericalismo bueno.

La protagonista reza y marcha hacia el exilio Francia en búsqueda de su padre y sus dos hermanas pequeñas con estas últimas palabras: "¡No estoy sola! -me repito para darme ánimos-. ¡Estoy en las manos de Dios!". Así acaba esta magnífica obra.