Modera: Gabriel Rodríguez Pazos
Fecha: 12 de Enero de 2021
Un hombre viejo, que se ha ido quedando solo en Ainielle, un pueblo del Pirineo aragonés que ha ido siendo abandonado por sus habitantes. Las hojas amarillas del otoño- la lluvia amarilla- representa el fluir del tiempo, que es ya la única compañía que le queda al viejo.
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Este libro de Llamazares
Este libro de Llamazares produce dos sensaciones encontradas: por un lado, la belleza de la lengua bien tratada, por otra la tristeza que da ver que hay personas que no entienden nada sobre el más allá. Es de esos libros que volverías a leer aunque no fuera más que por la belleza de la escritura. Pero sin duda el modo de entender lo que es la muerte es desanimante. Me da pena la impresión que puede causar a un no creyente que lea estas líneas. No deja de ser un momento para pensar en el final. Y del modo en que el autor lo manifiesta, tan lejos de una visión cristiana de la vida, es preocupante. Para un creyente, para cualquiera con un poco de formación cristiana, es muy evidente que la visión de la cercanía de la muerte no tienen ningún parecido con lo que aquí se narra, mucho más parecido a la visión griega del hades, e incluso la que tienen los judíos. Leer artículo >>
Al cabo de treinta años, he
Al cabo de treinta años, he vuelto a leer La lluvia amarilla, un texto que me deslumbró en mis años universitarios y que el año de su publicación (1988) fue finalista del Premio Nacional de Literatura, en la categoría de narrativa. Después, hice alguna otra incursión en la obra de Llamazares, pero nunca se cumplieron las expectativas que me había generado el autor de aquella novela. De Llamazares, me quedo con La lluvia amarilla, una obra literaria de grandísima calidad, una auténtica genialidad.
La novela está narrada en primera persona por el último habitante de Ainielle, un pueblo abandonado y real —se puede localizar en Google Maps— del Pirineo oscense, cerca de Sabiñanigo y de Biescas. El relato es duro, impactante, descarnado, desolador…; refleja con una crudeza desasosegante el desangrarse de lo que hoy llamamos la España vaciada. El monólogo de Andrés —pronunciado desde el lecho en el que, solo y rodeado de soledad, espera la muerte— percute al lector y lo interpela, mediante un relato en el que los límites entre la locura y la cordura, lo imaginado y lo real se difuminan. Y todo ello sustentado por una prosa preciosista en la que el ritmo poético es evidente.
La lluvia amarilla es un sugerente poema en prosa sobre la desolación humana, sobre el poder destructivo que tiene aferrarse a lo inmediato e ignorar todo sentido trascendente.
La lluvia amarilla confirma en Llamazares el léxico vivo, preciso y genuino, la autenticidad artística y las dotes de creación de un clima poético y un universo personal que acreditan en él a uno de nuestros más valiosos narradores.