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Junio, 2021

Imperiofobia y leyenda negra

Roca Barea, María Elvira

María Elvira Roca Barea acomete con rigor en este volumen la cuestión de delimitar las ideas de imperio, leyenda negra e imperiofobia. De esta manera podemos entender qué tienen en común los imperios y las leyendas negras que irremediablemente van unidas a ellos, cómo surgen creadas por intelectuales ligados a poderes locales y cómo los mismos imperios la asumen. El orgullo, la hybris, la envidia no son ajenos a la dinámica imperial. La autora se ocupa de la imperiofobia en los casos de Roma, los Estados Unidos y Rusia para analizar con más profundidad y mejor perspectiva el Imperio español. El lector descubrirá cómo el relato actual de la historia de España y de Europa se sustenta en ideas basadas más en sentimientos nacidos de la propaganda que en hechos reales.
La primera manifestación de hispanofobia en Italia surgió vinculada al desarrollo del humanismo, lo que dio a la leyenda negra un lustre intelectual del que todavía goza. Más tarde, la hispanofobia se convirtió en el eje central del nacionalismo luterano y de otras tendencias centrífugas que se manifestaron en los Países Bajos e Inglaterra. Roca Barea investiga las causas de la perdurabilidad de la hispanofobia, que, como ha probado su uso consciente y deliberado en la crisis de deuda, sigue resultando rentable a más de un país. Es un lugar común por todos asumido que el conocimiento de la historia es la mejor manera de comprender el presente y plantearse el futuro.

Comentaremos las páginas de la Parte II, con especial atención a los contenidos referidos a la actuación del Reino de España en los países hispanoamericanos.

Comentarios

Imagen de juanluisg

Para cuando se han alcanzado las edades de un jubilado empieza uno a pensar que ya nada va a modificar el propio modo de pensar, las convicciones asentadas a lo largo de los años… Después de leer este ensayo he tenido que volver a trazar una línea divisoria y establecer un antes y un después en mi concepción de la historia de España y de la de una buena parte del mundo, aquella que formó parte del imperio del que nos habla la autora.

Aunque dedica una amplia primera parte a describir la suerte y la desgracia de otros imperios —el romano, el norteamericano, el ruso— y hasta el de otros intentos de serlo —el de ingleses o franceses—lo hace, a mi entender, para glosar en la parte II la suerte concreta del imperio español. De los primeros y del segundo extrae las razones comunes de su desgaste y, desde ahí, puede establecer, pienso que con acierto, la singular evolución del gran imperio español o, sería mejor decir, la evolución de su imagen. Quedan manifiestas las maniobras de sus detractores ­—italianos del renacimiento, flamencos de la rebelión, ingleses del cisma o franceses de la ilustración— para acabar imponiendo como verdad irrefutable esta versión de la historia que es la que hemos estudiado desde el siglo XIX.

Siempre pensé que eso de la “leyenda negra” era una cómoda auto-acusación española construida con el ánimo de disminuir nuestras responsabilidades sobre el presente acusando de cualquiera de nuestros males al pasado. He aprendido con esta interesante lectura que la leyenda existe, que ha sido construida con intención… con una doble intención: la de quebrar un intento de unidad europea en el siglo XVI en beneficio de intereses particulares de caciquismo local ­­—es el caso de los países bajos y de Alemania— y la de combatir a la Iglesia Católica aprovechando el golpe para servir a esos mismos intereses locales. Es curioso que la autora, que se define a sí misma como una católica lejana, ve con claridad, quizá por esa misma lejanía, la jugada, a la vez combativa y tendenciosa, de los planteamientos protestantes y anglicanos.

Un último capítulo sorprendente nos permite acceder a una visión refrescante y original de la crisis económica de los últimos años, para España y para todos los países de la franja mediterránea. Nada es lo que parece, pero la autora no maneja opiniones, sino que se enfanga en todo momento en los datos y hace evidente que, tras la obra, hay un trabajo concienzudo.

He leído la versión digital y no he visto nunca el libro, pero supongo que no bajará de 500 páginas.  Aún así… acabas por devorarlo.

Imagen de Cayetano Lopez

La introducción se inicia con una propuesta de objetivos adecuadamente razonada. A medida que uno avanza por ella, va entusiasmando al lector amante de la racionalidad y claridad expositiva con una serie de argumentos y explicaciones lógicas apoyados sobre una gran minuciosidad histórica en relación con los conceptos de leyenda, leyenda áurea y leyenda negra.

Aplica al Imperio Romano el principio del “imperio inconsciente” por el que entiende que Roma se vio obligada a construir un imperio como defensa de otros pueblos colindantes que amenazaban su existencia. El estudio del mundo romano le permite a la autora ofrecer un modelo básico de lo que denomina imperiofobia.

Detalla la historia de Roma y el ataque de las intelectualidades locales ante su dominio (Grecia, Alejandría, norte de África, …) que culminan con el saqueo de Corinto (147 a.d.C) y de Rodas (42 a.d.C.) Es de destacar el amplio recurso a autores de aquella época que denota un detallado análisis de las fuentes históricas realizado con gran profesionalidad.

Al tratar la leyenda negra contra Estados Unidos afirma que el “antiamericanismo nos ofrece una ocasión inmejorable para conocer la leyenda negra y determinar cómo funcionan los mecanismos de la imperiofobia, precisar cuáles son los motivos reiterados que constituyen este inevitable estereotipo nacido de la mezcla de admiración y envidia…” poniendo la raíz del antiamericanismo en la acusación de degeneración que se aplica tanto a las personas como a las especies animales y vegetales.

Afirma la autora que “los prejuicios antiimperialistas no se originan como consecuencia de unos motivos, sino que son anteriores … Nacen del complejo de inferioridad que resulta de ocupar una posición secundaria al servicio de otro o con respecto a otro, incluso cuando esto beneficia o no perjudica.”

Fueron los intelectuales franceses del siglo XVIII los protagonistas de la rusofobia que se genera dentro del periodo de la Ilustración y sólo en Francia. Los intelectuales franceses de la Ilustración atacan a los imperios si son nuevos (Rusia) porque están sin civilizar; si son viejos (España) porque están corrompidos y si están germinando (Estados Unidos) porque van a degenerar rápidamente.

“… los ilustrados franceses, la mayor parte de los cuales ni visitó nunca Rusia ni hablaba ruso, no solo se permiten opinar con total libertad y fantasía sobre esa realidad enorme que era y es Rusia, la cual se les escapaba por completo, sino que, además, en un tono condescendiente e irritantemente superior, se permiten dar consejos sobre cómo hay que gobernar el Imperio ruso, …” Y no se refiere a cualquiera; cita a Montesquieu, Voltaire, Diderot, Jaucourt, Baudeau …, dejando fuera a Rousseau al que sitúa como como profeta de las invasiones tártaras.

La idea de que Rusia no prosperara por ser una falsa civilización se abre paso durante la Ilustración de la mano del libro “Voyage en Sibérie fait en 1761” de Jean-Baptiste Chappe d’Autreroche y es repetida por Diderot.

De gran influencia fue el conocido como “Testamento de Pedro el Grande” de 1797 y hecho público en octubre de 1812 en la revista L’annuaire historique que fue usado por Napoleón y, posteriormente, por los ingleses durante la guerra de Crimea (1853-56) para atacar la imagen del Imperio ruso.

Antes de entrar en la parte fundamental del libro – la leyenda negra española – hace un alto en la descripción histórica para sintetizar el modelo de imperiofobia.

Se trata de un prejuicio especial de etiología racista que es una aversión indiscriminada hacia el pueblo que se convierte en columna vertebral de un imperio. El romano, el ruso, el estadounidense, el español son malos porque han nacido en el seno de un grupo humano perverso.

Este racismo no se dirige contra grupos minoritarios, pobres o periféricos; va contra el que es superior lo cual incorpora un grado no desdeñable de complejo de inferioridad. Todo ello, es apoyado de manera unánime por una determinada élite intelectual.

En la Parte II, estudia la imperiofobia desatada contra el Imperio español en su periodo áureo que no se diferencia como modelo de los expuestos hasta aquí pero que van a inducir al lector a superar la visión de la historia de occidente que ha estudiado en los libros.

Con una erudición amplísima, va desgranando los distintos argumentos de los ataques a España en los distintos países europeos y la tergiversación de ciertos hechos históricos que rebate contundentemente con cantidad de datos obtenidos de otros autores de nmanera abrumadora.

La hispanofobia en Italia se caracteriza por un propugnar una inferioridad racial de los españoles, una incultura y barbarie junto a un orgullo avaricia desmedidos y costumbres licenciosas e incontinencia sexual. Llegando a sostener que el imperio español fue un imperio inconsciente.

En Inglaterra, Países Bajos y Sacro Imperio germánico la guerra se desencadena contra Carlos V basados en el protestantismo que surge frente a la Universitas Christiana en la cual España ocupa un lugar privilegiado. Con ello la hispanofobia es difícil desarraigar en esas tierras, entonces y lo sigue siendo ahora.

En Inglaterra nace con Enrique VIII y su proclamación de la iglesia anglicana y se exacerba en el periodo de Isabel I con la proclamación contra los católicos en 1591 que no se suaviza hasta 1829 con el Acta de Ayuda Católica. En Alemania tiene un papel predominante Lutero apoyado primero en los campesinos descontentos y después en lo príncipes alemanes. En los Países Bajos se desarrolla bajo la arrolladora fuerza de la propaganda.

La autora va desmontando los diferentes mitos que se fueron creando por intereses espurios y muy localistas en cada parte del imperio español situado en Europa con un impresionante aporte de datos y apoyos de autores de todas las nacionalidades cuyas opiniones y explicaciones hábilmente articuladas por la autora van desmontando viejos mitos arraigados en la historia y las creencias de los distintos países en contra de lo español.

Este trabajo espectacular de crítica de la Hispanofobia reinante en todos los países europeos hace al trabajo de la autora de densa interpretación y dirigido más bien a un público culto que pueda seguir con facilidad las argumentaciones expuestas.

En la parte III aborda la leyenda negra desde la Ilustración a nuestros días – Siglos XVIII a XX.

Francia se une a la lista de territorios donde se desarrolla la Hispanofobia y se actualiza a cada época.

En plena Ilustración y en torno a la Revolución francesa, los renovados planteamientos de las falsedades se actualizan a la mentalidad ilustrada: España será un país de gentes incultas e ignorantes, atrasada en su desarrollo por culpa de la Inquisición y por ende del catolicismo por lo que deja de formar parte de la civilización.

En el siglo XVIII Francia proyecta su frustración de crear un imperio acogiendo todas las imperiofobias en vigor: España, América del Norte y Rusia.

Sigue la autora una descripción iconoclasta de la historia tal como nos la han contado que se lleva por delante al mismísimo Adam Smith. Sin lugar a dudas, esa crítica se documenta muy bien y está sólidamente expuesta

Prosigue en el siglo XIX describiendo como se reescribe la historia reciente de Inglaterra, Alemania y Francia describiendo con una excelente erudición histórica y amplio conocimiento de autores y tendencias los pliegues ocultos de las tergiversaciones históricas para favorecer el norte de Europa – protestante – en detrimento del sur – católico.

La propia autora pone como conclusión la necesidad de continuar con investigaciones sobre los agujeros negros de la historia sin abrigar ninguna esperanza ya que “la versión de la historia de Europa unánimemente aceptada y académicamente sancionada circula por otros carriles. Se escribió para justificar el protestantismo y más tarde el colonialismo y los nacionalismos decimonónicos…”

Imagen de cattus

Este es uno de los mejores libros que he leído este año, pienso que de lectura imprescindible, escrito con rigor y claridad, ojalá lo conocieran nuestros políticos, intelectuales, periodistas, profesores... Leer artículo>>

Imagen de Stefanus

Elvira Roca con su libro, ha conseguido lo que no habían podido hacer otros autores de reconocido prestigio. Ha sabido unir una vasta información con un análisis de los datos, original y muy incisivo en no pocas ocasiones. La prueba de su calidad y de su acierto está en las numerosas ediciones que se han lanzado a la venta. Pienso que ha creado un valioso precedente a la hora de explicar los imperios y de un modo muy especial el español. España ha sido un enigma entre las naciones, que vale la pena descifrar. Elvira Roca, católica de cultura nada más, ha tenido la valentía y la inteligencia de acometer una empresa arriesgada y difícil. Estoy seguro que mucha gente le agradece haberlo intentado con tanta claridad de juicio, especialmente hoy que las claves de la realidad histórica están tan manipuladas. Este libro debería formar parte de la bibliografía indispensable para entender España y su proyección en el mundo, porque va al fondo de los motivos que han movido a los españoles durante siglos. Al mismo tiempo no deja de alumbrar las sombras, en aras de la verdad; sombras que también encuentran su encuadre en el contexto histórico y en la historias paralelas de otros países.

Imagen de Azafrán

A partir del capítulo 3, titulado “Alemania: protestantismo y regresión feudal”, la autora analiza el oportunismo de Lutero, quien en un primer momento apoya la rebelión de los hambrientos, la guerra de los campesinos y poco después escribe: “Contra las hordas asesinas y ladronas de campesinos mojo mi pluma en sangre: sus integrantes deben ser aniquilados, estrangulados, apuñalados, en secreto y públicamente, por quien pueda hacerlo como se mata a los perros rabiosos”, pág. 168 y ss. Lutero liga su destino a unas oligarquías locales que tienen problemas por arriba (Carlos V) y por abajo (un campesinado hambriento).

En los panfletos luteranos dos ideas que se repetían hasta la saciedad y terminarán por ser asimiladas por una parte de la población. Primera: el catolicismo representa a un poder extranjero y, por lo tanto, apoyar a Lutero y a los suyos es defender a Alemania de un invasor que la humilla. Segunda: los bienes de la Iglesia son el resultado del robo perpetrado por extranjeros (españoles e italianos) y, por tanto, a los alemanes les es lícito confiscarlos.

En 1520, en su A la nobleza cristiana de la nación alemana, Lutero identifica al papa con el Anticristo. En consecuencia, hay un poder extranjero, no germánico, de naturaleza demoníaca que atenaza a Alemania. Lo germánico, que hasta ahora había sido irrelevante comienza a cobrar importancia, a la hora de oponerse a un Carlos V con un proyecto colosal de unidad europea, Universitas Christiana.

La ruptura religiosa de la Reforma no es solo la quiebra de un vínculo espiritual. Era una jugada maestra. Encontraba un enemigo fuera, lo que fortalecía el espíritu de unidad hacia el interior en un movimiento típicamente nacionalista y afianzaba la posición de los señores feudales y resolvía los problemas económicos de las oligarquías con la apropiación de los bienes de la Iglesia. El emperador parte de una postura inicial de tolerancia religiosa (obligado por la guerra contra los turcos y contra Francia) en la dieta de Worms que desemboca en una actitud de intransigencia contra la Protesta de Spira, cuando condena definitivamente la Reforma. Nótese que la Dieta De Spria consagraba la tolerancia religiosa bajo el lema cuius regio, eius religió. Derecho por el cual los súbditos tenían que adoptar la religión que eligiese su señor. Lo que implica una gran intransigencia con el pueblo: el señor tiene derecho a imponer sus creencias a toda la población. Lo que está detrás de ese derecho queda claro cuando vemos que el propio Lutero convirtió su antiguo convento agustino en su casa particular, y allí vivió y crio a sus hijos. Fue un regalo del elector de Sajonia que pudo mostrarse generoso con el reformador dando lo que no era suyo.

Cuando Carlos V condena la Reforma, está condenando el derecho de los príncipes prorreformistas a imponer su criterio a quienes quieren seguir siendo católicos y está también prohibiendo el derecho a apropiarse de los bienes eclesiásticos. Las ventajas económicas que la Reforma ofrece a las oligarquías locales son evidentes y los señores territoriales se disponen rápidamente a disfrutar de ellas: se apropian de los bienes de la Iglesia Católica.

El tema de la salvación por la fe está ya en san Agustín y Lutero era agustino.  Y aunque se exige la libre interpretación de las escrituras, ningún luterano ni anglicano ni ningún otro cristiano protestante puede entenderse directamente con Dios a través de los textos sagrados.  La realidad es que cada confesión protestante creó una nueva iglesia y un nuevo clero para sustituir al que había, y un nuevo catecismo con sus dogmas y sus liturgias. No hubo jamás libertad para interpretar las escrituras entre los cristianos protestantes. En cada caso, Lutero Zuinglio, Calvino, etc. Decidieron lo que su gente tenía que creer y prohibieron tan severamente como la Iglesia católica, o más, cualquier otro punto de vista. Las guerras entre facciones protestantes provocaron más muertos que las luchas contra los católicos.

Cuando se firma la Paz de Augsburgo, el 25 de septiembre de 1555 uno de los principales caballos de batalla es el de las propiedades de la Iglesia. A pesar de que la Paz de Augsburgo pasó a la historia como símbolo de la tolerancia, quedó dicho que aquel que no acatara la voluntad del señor, debía abandonar el territorio. Los católicos consiguieron que se recogiese el llamado reservatum ecclesiasticum (si un príncipe que ocupaba un cargo eclesiástico católico se pasaba al protestantismo, no podía apropiarse de los bienes del obispado o de la abadía y dejarlos en herencia a sus descendientes).

Las consecuencias de la voladura del proyecto imperial de Carlos V no fueron precisamente buenas para los territorios alemanes, y en bastantes ocasiones, ni siquiera para los príncipes que la procuraron. En 1618 estalló la guerra de los Treinta Años. El detonante fue el nombramiento de un católico, Fernando II, como emperador del Sacro Imperio y rey de Bohemia. La católica Francia combatió al lado de las protestantes Holanda y Suecia y la Alemania luterana, pero con un emperador católico, se alió con las católicas España y Austria. La destrucción provocada por la penetración de los ejércitos suecos, que recuperaron todo el territorio de Dinamarca y se apoderaron de una parte del norte de Alemania, fue espectacular: redujeron a cenizas 2.000 castillos y fortalezas, 18.000 villas y 1.500 pueblos.

La Paz de Westfalia en 1648 marcó el declive de la hegemonía española en Europa. Suiza y los Países Bajos se declararon independientes y naciones soberanas fuera del ámbito imperial; partes de Alsacia y Lorena fueron para Francia; Suecia consiguió territorios en el norte del imperio y el calvinismo consiguió reconocimiento oficial. Los estados alemanes podían tener su propia política exterior, pero no podían hacer pactos de fortalecimiento entre ellos sin la aprobación conjunto de Francia y Suecia. Para Alemania se siguió un largo periodo de estancamiento económico y de retroceso del que no salió hasta la segunda mitad del XIX.

La invención de la propaganda

Pág. 176 y ss.

No todos los pueblos reaccionaron igual al desprecio del Humanismo italiano. La hondura del malestar alemán se muestra en la evolución del adjetivo welsch (celta) que se le daba a todo lo que venía del sur. A lo largo del siglo XV el término va cargándose de tintes peyorativos y ya a comienzos del siglo XVI es claramente un insulto. Significa falso, mentiroso, inmoral, extranjero por oposición a germánico. Y empieza a aplicarse también a los españoles. En una canción propagandística de 1546 se declara que el emperador Carlos se ha puesto al servicio del clero welsch, y que, en consecuencia, los alemanes no le deben obediencia, como proclamaba Lutero.

Conrad Celtis explicó en sus escritos que fueron los antiguos druidas, en la época anterior a Augusto, los que habían introducido en Alemania el monoteísmo, el derecho y la propiedad privada, la agricultura y la ganadería. Germania no le debía nada a Roma.

La propaganda protestante, en parte gracias a la imprenta, se dispersó por toda Europa y abrió caminos a la nueva religión y a sus prejuicios. En 1517, existían 200 imprentasprotestantes. En 1537 habían aumentado con 50 más.

Los procedimientos propagandísticos alcanzaron una virulencia ofensiva sin parangón hasta el momento entre los cristianos. El uso de las imágenes será decisivo para levantar el mito de la Inquisición vincular intolerancia, crueldad y barbarie al nombre de España. En 1545 se imprime el libelo titulado Hic oscula pedibus Papae figuntur, (Aquí besan los pies al Papa) con varios grabados. El trabajo se lo había encargado Lutero a Lucas Cranach el Viejo. Son nueve dibujos de fuerte contenido escatológico acompañadas de breves comentarios de Lutero.

La novedad de los elementos propagandísticos luteranos produjo indignación en humanistas como Tomás Moro o Erasmo de Róterdam. Solo Lutero produjo hasta 1530 textos acompañados de imágenes y, alrededor de 3183 panfletos. Por el contrario, los escritos propagandísticos católicos alcanzan la cifra de 247 con el agravante de que eran en su mayoría sesudas respuestas teológicas. Los más virulentos muestran a Lutero arrastrando una carretilla en la que se lleva los bienes de la Iglesia.

El Humanismo alemán considera a los españoles impuros por su contaminación semítica: se dice que los españoles mezclan el latín con su propia lengua y con la de los marranos (judíos), palabra que entra en la lengua alemana.

Lutero era profundamente antisemita: “Debemos prender fuego a sus sinagogas y escuelas, sepultar y cubrir con basura todo aquello a lo que no prendamos fuego para que ningún hombre vuelva a ver de ellos piedras o ceniza” (Sobre los judíos y sus mentiras, 1543). En los Juicios de Núremberg, el general de las SA y editor de un periódico furiosamente antisemita, Julios Streicher, se defendió a sí mismo con el argumento de que publicaciones antisemitas habían existido en Alemania desde siempre y que si el reformador Lutero estuviera vivo, también estaría en el banquillo de los acusados.

Para los católicos alemanes, los españoles son aliados y los defensores de la fe y para los protestantes son la encarnación del demonio. Se impuso la visión protestante. Desde 1580 a 1650 se publicaron en Alemania panfletos antiespañoles que afectan a España como defensora de la unidad cristiana. La demonización de España empieza en Alemania con Lutero y alcanza con Orange cotas insuperables. El núcleo duro de la leyenda negra, el vínculo religioso entre España y el Anticristo, se genera en el protestantismo alemán y constituye el punto de unión de los nacionalismos germánicos, neerlandés e inglés y una de las razones de la perduración de la leyenda negra. Igualmente soslaya el hecho de que las guerras antiimperiales fueron guerras civiles, con participación de los católicos alemanes.

Los alemanes partidarios de Carlos V eran presentados en la propaganda que contra ellos hacían otros alemanes como traidores a la patria, como “perros que muerden la tierra de sus antepasados y comen la vida de su madre”: Alemania no se someterá a los españoles ni a las sotanas negras. Lo más grave es el empeño en explicar estas guerras como un enfrentamiento entre alemanes y extranjeros, cuando la realidad es que la mayor parte de los contendientes eran alemanes en los dos bandos. Hubo españoles en aquel conflicto, pero hubo sobre todo y principalmente alemanes que apoyaban la unidad política y religiosa del Imperio y que perdieron la guerra.

Los italianos buscan rebajar la eminencia, oscurecer el brillo del imperio para poner de manifiesto su superioridad (o al menos su no inferioridad) frente a los imperiales: todos somos cristianos, pero nosotros los italianos somos mejores cristianos porque los españoles, contaminados como están de semitismo, necesariamente han corrompido su religión. Lutero y el protestantismo llevan la impiedad hasta el extremo: colocan a los españoles al nivel del Demonio y el Anticristo. Son los hijos de Satanás.

El drama isabelino constituye un buen termómetro de la hispanofobia en la Inglaterra de la época. Si en el teatro italiano el antihispanismo había engendrado al Capitano Spavento, pomposo y camorrista, en el teatro inglés vemos aparecer al español como villano traicionero e hipócrita. En el drama satírico Juego de ajedrez (1624) Thomas Middleton satiriza la posibilidad del “matrimonio español” del príncipe de Gales, el embajador Gondomar, al con-duque de Olivares y a los jesuitas. Los españoles son todos malvados, sin fisuras, cuyas maquinaciones se ven siempre descubiertas y desbaratadas por los héroes anglosajones, honrados y leales. El malvado español se convierte en un personaje corriente en los escenarios de Inglaterra.

Las sombras que envuelven la vida de Shakespeare se tornan comprensibles cuando se sabe que hay fundadas sospechas de que el genial dramaturgo era católico. Eran católicos su padre y su hija Susanne, ambos recusantes declarados. Tuvo estrecha amistad con jesuitas que fueron mártires, vivió protegido por un noble católico y nombró albaceas católicos en su testamento. Estas circunstancias, de las que se hizo eco la Enciclopedia Católica hace mucho, eran completamente desconocidas por la mayor parte del público inglés hasta hace poco. Su obra constituye una anomalía en el drama de su tiempo porque no hay e ella rastro alguno de anticatolicismo o hispanofobia. El primado de la iglesia anglicana, Roman Williams, ha admitido oficialmente que Shakespeare era católico.

 

Lo que hay que preguntarse no es por qué el Impero español se vino abajo en la primera mitad del siglo XIX, sino cómo consiguió mantenerse en pie tres siglos, porque ningún fenómeno de expansión nacido desde la Europa Occidental (y nunca dentro de ella) ha conseguido producir un periodo más largo de expansión con estabilidad y prosperidad. Y esto es lo que hay que ponerse a investigar, levantando los trampantojos de la leyenda negra que se han convertido in aeternun en el argumentario oficial del nacionalismo de varios países europeos, de las iglesias protestantes y de distintas ideologías, desde la Ilustración a las izquierdas pasando por el liberalismo. Es ahí donde hay muchísimo que aprender.

En el norte de América, la llegada del Mayflower tiene lugar en 1620 y la independencia de las trece colonias siglo y medio después. Medio después, Inglaterra comienza la expansión en India con una actividad meramente comercial y privada a cargo de la Indian East Compay, y así continuó hasta la rebelión de los cipayos (1857) que obligó a la Corona a intentar una política auténticamente imperial. Así, por ejemplo, se fundan cuatro universidades; la de Calcuta, Madrás y la de Bombay, en 1857, y la de Allahabad en 1887. Las siguientes universidades soy ya el resultado de la iniciativa de instituciones o personalidades hindúes destacadas. Desde la proclamación de la reina Victoria como emperatriz de la India hasta la independencia transcurren setenta años.

Francia no consiguió grandes logros en sus territorios de Norteamérica, atrapada como Inglaterra por un problema demográfico que ni una ni otra supieron superar para relacionarse con la población indígena. Pierde Nueva Francia tras la guerra de los siete años. Luego intenta la expansión colonial en África y Asia. Expansión que resulta difícil e inestable. Los intentos de Alemania en Oriente Medio, enfrentada a Francia e Inglaterra desembocan en la Primera Guerra Mundial

Si hablamos de Bégica, tenemos que hacer referencia a las masacres producidas por la Compañía del Congo, propiedad de Leopoldo I de Bálgica, que esclavizó, mutiló y llevó a la muerte a millones de seres humanos.

Expandirse por el mundo es mucho más fácil que permanecer constructivamente en los lugares que se han conquistado.

América

La historia del Imperio español es una cosa y otra la historia propagandística e ideológica que, de él se ha hecho.

Pág. 293 y siguientes

El estilo español de imperio: ciudad, camino y hospital

Los nuevos territorios no pertenecen a Castilla, sino que están unidos a ella a través de la persona del rey y de los órganos gubernamentales que comparten. El Nuevo Mundo nunca fue una colonia de España y sus habitantes indígenas fueron tan súbditos de la Corona como lo eran los españoles peninsulares. Consta de varios reinos de ultramar oficialmente equiparados en su categoría y dependencia de la Corona con los similares de la Madre Patria: los reinos de ultramar, reinos de Indias, aquellos y estos reinos, …

Las ciudades y los caminos

En 1573 se decretó el “Plan de Ordenamiento Urbano de las Indias”, que el Consejo de  Indias aprobó e impulsó:

Queda prohibido ocupar asentamientos de indios para fundar ciudades.

Antes de fundar la ciudad es preceptivo un informe de los vientos dominantes para determinar la orientación. Las calles deben de ser amplias o estrechas de acuerdo con la orientación y para conseguir sombra…

El último plan urbanístico para las Indias fue obra de los arquitectos italianos y españoles de Carlos III quien introduce un cambio en cuanto al reparto de las tierras que no era llevado a cabo por las autoridades americanas sino por comisionados reales nombrados por el visitador.

Para que la vida de las ciudades pudiera desarrollarse con plenitud era necesario dotarlas de vías de comunicación estables. Los caminos reales fueron desde muy temprano una prioridad de la política de la Corona.

Ramón Serrera Contreras-Sevilla, 1948, historiador- “Ya en 1540 unos cien trenes de mulas recorrían simultáneamente el camino entre la capital virreinal y el puerto veracruzano(…) En el camino México-Veracruz llegaron a intervenir técnicos de nombradía entre ellos, el ingeniero militar Juan Bautista Antonelli, autor de un interesantísimo examen pericial sobre esta importante arteria vial mexicana. El informe, de 1590 aporta valiosas noticias sobre distintos tramos de la ruta.” Este camino se completó con otra arteria fundamental de México a Acapulco. Humbolt (1769-1859) admiró su buena disposición y trazado, y, consciente de su importancia, los llamó “camino de Europa” y “camino de Asia”.

La red de caminos reales, de entre 8 y 10 varas de anchura, era transitable para cuadrúpedos y carros normalmente y englobaba dos tipos de vías principales. Unos eran de muchísima longitud como el Camino Real de Tierra Adentro, que iba desde México hasta Santa Fe de Nuevo México; el Camino Real de Chiapas, desde México a Guatemala; o el Camino Real de Lima a Venezuela, atravesando los Andes.

El Camino Real del Alto Perú unía primeramente Córdoba (Argentina) con Lima, y después Buenos Aires con Lima, pasando por Córdoba (unos 3000 kilómetros).

En 1996 se celebró en Santa Fe (Nuevo México, EEUU) la Second International Conference on  El camino Real de Tierra Adentro. Es una ruta comercial de 2.560 kilómetros de longitud que se mantuvo abierta desde 1598 hasta 1882 y recorría aquellas regiones poco conocida, y poco pobladas. El 1 de agosto de 2010 la UNESCO declaró el Camino Real de Tierra Adentro patrimonio de la humanidad.

Bienestar público y hospitales

Una parte importante del esfuerzo público, privado y eclesiástico fue encaminado a garantizar el bienestar social. En 1957, el catedrático de farmacología Francisco Guerra produjo general estupor en la Universidad de California, cuando puso de manifiesto que “Lima, Perú, en los días coloniales tenía más hospitales que iglesias, y  por término medio, había una cama por cada 101 habitantes, índice considerablemente superior al que tiene hoy en día una ciudad como Los Ángeles.

¿Quién era Francisco Guerra? Un republicano que vivió exiliado durante muchos años y regresó en el tardofranquismo. Fue profesor en la Universidad de Yale y en otras universidades norteamericanas, doctor honoris causa por universidades de varios continentes y presidente de la International Society for the History of Medicine.

 Publicó 77 libros y más de 300 trabajos en cuatro idiomas. A su regreso fue nombrado profesor emérito de la Universidad de Alcalá y en a ella legó al morir una colección única de más de 4.000 libros y muchísimos más folletos y textos menores sobre medicina en latín, griego, árabe, japonés y muchas otras lenguas desde el siglo XV al siglo XIX. Falleció en 2011 a la edad de noventa y cinco años. Aunque no era su propósito inicial, los trabajos de Guerra han puesto de manifiesto cuánto debe la medicina moderna en Occidente al trabajo de los médicos españoles, desde el control de epidemias a la gestión de hospitales.

Francisco Guerra afirma que los Reyes Católicos fueron quienes separaron netamente el ejercicio de la profesión médica de la caridad religiosa y negaron validez a los grados médicos dados por la Iglesia (primer lugar de Europa donde esto sucede) con el fin de orientar la salud y la gestión de los hospitales hacia la competencia del Estado. Modificaron y modernizaron completamente el Tribunal Real Protomedicato y lo convirtieron en un tribunal universitario para examinar a físicos, cirujanos, boticarios y herbolarios para conseguir la licencia que les permitía ejercer. “La medicina es la primera profesión en España que es sometida a riguroso control jurídico”.

La gestión hospitalaria sufrió una modificación profundísima en las décadas alrededor de 1500 y los nuevos hospitales creados por los reyes como el de Santiago de Compostela, el de la Santa Cruz de Toledo y otros muchos responden a un modelo de organización y atención sanitaria muy mejorado con respecto al estándar europeo del momento.

El primer hospital en América lo abra Nicolás Ovando siguiendo instrucciones de los Reyes Católicos: “Haga en las poblaciones donde vea que fuere necesario casa para hospitales en que se acojan y curen así de los cristianos como de los indios”. En 15 años se construyen 5 hospitales.

Desde el primer momento, el ejercicio de la profesión médica estuvo sometido a los mismos controles en América. En 1563, Felipe II exigió título universitario y dos años de prácticas para poder ejercer legalmente la medicina. En 1570, el rey extendió el protomedicato a las Indias, de forma que los profesionales formados en América no tenían que venir a España a examinarse. Ya en 1551, el mismo rey había dota de una cátedra de Medicina en la Universidad de México. En 1603, en tiempos de Felipe III se exigía a los cirujanos cinco años de prácticas, tres de ellos en hospitales. En 1635, se abrió la cátedra de Lima y en 1636, la de Bogotá. La primera cátedra de Medicina en los territorios ingleses de Norteamérica data de 1765.

Entre 1500 y 1550 se levantan en las Indias unos veinticinco hospitales grandes y un número mayor de hospitales pequeños con menos camas. La mayor parte de las instituciones son magníficas edificaciones que siguen en pie y constituye hoy patrimonio protegido. El caso asombroso de Lima con una cama por cada 101 habitantes es la cúspide de la pirámide con una amplia base de sustentación. La mayoría de los hospitales prestaron servicio durante siglos debido a dos causas: un buen nivel médico profesional y eficaces sistemas de financiación (donaciones testamentarias, donaciones de casa comerciales, vínculos gremiales, e imaginativos modos de conseguir dinero como representaciones de teatro, lotería, entradas para peleas de gallos…

Ediciones

Francisco Guerra insiste en que las ediciones médicas constituyen un testimonio válido para medir el nivel de la medicina de un país. “Los libros de medicina hispanoamericana precedieron a veces en siglos a los de otras naciones”.

La primera obra médica editada en México es Phisica speculatio de Alonso de la Veracruz en 1557. La primera impresión médica en Canadá es de 1785 con un folleto titulado Guerison du ma de la baie ST Paul. Brasil edita su primer libro médico en 1809, en Río de Janeiro, con el título Regimento dos preços dos medicamentos simplices. En las colonias inglesas de Norteamérica, la primera imprenta se instala en 1663 y el primer libro médico consiste en un corto relato de una peste en 1668. Entre 1539 y 1821 se imprimieron solo en México 708 textos médicos. La mayoría son libros de gran volumen, muchos en latín: textos para uso de universitarios, con investigaciones o que grata en profundidad alguna rama de la medicina.

Educación

Se fundaron en América más de veinte centros de educación superior. Hasta la independencia salieron de ellos unos 150.000 licenciados de todos los colores, castas y mezclas. Ni portugueses ni holandeses abrieron una sola universidad en sus imperios. Hay que sumar la totalidad de las universidades creadas por Bélgica, Inglaterra, Alemania, Francia e Italia en la expansión colonial de los siglos XIX y XX para acercarse a la cifra de las universidades hispanoamericanas durante la época imperial.

El estudio de las lenguas distintas de las europeas o las bíblicas comenzó en América. El primer libro se imprimió en México, en 1539: era un catecismo bilingüe. En cuanto aparecieron las universidades, surgieron cátedras de lenguas indígenas, lo que no ha sucedido en EEUU hasta el s. XX.

300 años de Administración de los reinos de ultramar sin que hubiera en ellos grandes tropiezos deben de significar algo, porque no hubo ni conflictos importantes ni grandes convulsiones sociales, ni nada que pudiera compararse a la rebelión de los cipayos en el Imperio Británico. La convivencia de razas distintas fue en general bastante pacífica y hubo prosperidad. Philip Powell (El árbol del odio, 1972) insiste en que los gobiernos virreinales fueron en general más benignos y soportables que los que vinieron después de la independencia.

Controlar la corrupción, garantizar una administración de justicia eficaz y evitar los abusos de los funcionarios imperiales fueron prioridades para las que se crearon distintas instituciones y procedimientos.

Juicios de residencia

Un sistema de control. Cuando un funcionario público de cualquier categoría, terminaba su tiempo de servicio era automáticamente sometido a un juicio durante el cual se escucha las acusaciones que cualquiera pudiera presentar contra él por haber desempeñado de manera deshonesta o ineficaz su cometido. Se analizaba tanto su honradez en el trabajo como la consecución de objetivos. Podía durar varios meses y el juzgado no podía abandonar la ciudad hasta haber sido absuelto. Una parte de su salario se le retenía para garantizar el pago de multas si fuere procedente.

Ejemplo: Don Pedro de Heredia, fundador de Cartagena de Indias y gobernador de Nueva Andalucía fue condenado en el segundo juicio de residencia (sufrió 4 juicios) con confiscación de bienes y prisión de la cual salió gravemente enfermo.