Se celebran mensualmente.
El señor Marbury, padre de una familia numerosa y abogado discreto, no es un hombre de acción. Sus días discurren apacibles en Somerset, rodeado de libros, recibiendo visitas y envuelto en un cálido ambiente familiar. Esa paz se ve perturbada cuando un día, leyendo a Tólstoi, comienza a preguntarse si su vida cabría en una novela. ¿Hay acaso una trama oculta en la vida cotidiana? ¿Tiene argumento un tipo normal? ¿Se requieren grandes aventuras, con dragones y otros peligros, para escribir una novela?
Para resolver su duda, el señor Marbury comienza por lo que le parece más literario: mirar y sentir. Pero así su novela resulta imposible. Al final serán los acontecimientos diarios, esos que suelen pasarnos desapercibidos, esos que damos por sentado, esos que a menudo incluso despreciamos, los que le revelen el secreto de la verdadera literatura y de la vida: que amar no es brillar, sino arder.
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Alfonso Paredes publica El
Alfonso Paredes publica El señor Marbury en 2020. Escrito en 130 pequeños capítulos, a modo de anotaciones de un diario personal.
En el primer capítulo, el autor presenta al lector su tesis: demostrar que Tolstói se equivoca al considerar que no se puede escribir una novela sobre una vida rutinaria de un matrimonio feliz.
Según Tolstói “Las novelas terminan cuando el héroe y la heroína se casan” (Pág. 15).
Alfonso Paredes utiliza dos recursos en su discurso argumentativo. Una de ellas es el humor. Nada como el humor para encajar las contrariedades, nimias pero que nos afectan, en el devenir de los días, en medio de la vorágine con la que se sucede el acontecer diario. Un humor que esgrime tanto la exageración como la ponderación con la que el amor al otro, al próximo, diluye el cansancio o la monotonía; y nos lleva a la entrega de lo mejor de uno mismo en busca de la sonrisa que alivie, que acaricie…
“Amar no es brillar, sino arder” podría ser la demostración con la que Paredes lanza la diatriba al argumentario de Tolstói: “con el matrimonio la historia empieza”.
El segundo recurso, recurrente durante las 206 páginas, es la literatura: escoge relatos, personajes de novelas, autores bien conocidos, películas, canciones…, que forman ya parte del contexto cultural de occidente y con los que conformamos la idiosincrasia del europeo del siglo XXI. Por el camino de Swann, de Proust; El hombre tranquilo, de Maurice Walsh; El gran Gatsby, de Scott Fitzgerald; El taller del orfebre, de J. Pablo II; Fouché de Stefan Zweig; Mujer de rojo sobre fondo gris, de Miguel Delibes; Solo un pie descalzo, de Ana María Matute; Salvar al soldado Ryan; Sostiene Pereira, de Tabucchi; El tigre de Tracy, de William Saroyan; el cuadro Mis hijos, 104, de Joaquín Sorolla; El poeta Hölderlin; Canción de Gustav Mahler; España, 1975, del poeta José María Castro; un salmo de la Biblia; El padre Brown, de Chesterton; The spleen, 1857, de Charles Baudelaire; el poeta Rilke; el señor Bennet, de Orgullo y prejuicio, de Jane Austen; El barón rampante, de Italo Calvino; Los restos del día, de Kazuo Isiguro; Principio y fin, del poeta Eloy Sánchez Rosillos…
Porque el arte creado por el hombre, por comparación, ayuda a la expresión del propio sentimiento.
El libro está escrito desde la perspectiva de “El señor Marbury”. ¿Qué pensaría “La señora Marbury” de los pequeños aconteceres de su vida cotidiana? ¿Serán ambos mundos interiores paralelos?
¿Podemos hablar de una novela
¿Podemos hablar de una novela? Narración de las incidencias de una familia que consta de padres y cuatro niñas pequeñas. Eso, de por sí, da para reírse unas cuantas veces, sin remedio. Porque los niños pequeños son imprevisibles. Pero claro, la narración no da para sorprender en cada viñeta, porque es la vida misma. Aunque sí se puede decir que sorprende porque en realidad supone mirar el día a día con admiración. Muchos días no pasa nada, pero hay que reconocer que, en el colectivo de cinco mujeres contra el pobre papá, que hace lo que puede, surgen, al menos, muchos detalles para reflexionar sobre la vida, sobre la familia, sobre el amor auténtico. Incluso sobre la capacidad de sorpresa. Leer artículo >>
Novela sobre la vida
Novela sobre la vida cotidiana, con un toque autobiográfico y bastante humor. El autor Alfonso Paredes (Oviedo, 1976), abogado, casado y padre de cinco hijos, ha querido en esta primera novela mezclar la realidad con la ficción, y así presenta algunos rasgos y aspectos de su vida y de su familia, pero siempre retocando, modificando, exagerando para darle una pincelada de gracia literaria. De esta forma, el protagonista es el señor Peter Marbury, también abogado, felizmente casado con Telma y padre de cuatro preciosas niñas; pero, por azar de la ficción, la trama no se sitúa en España, sino en Somerset y todos los nombres son ingleses porque “así resultan más eufónicos” (dice el autor). Además con el apellido Marbury ha querido rendir homenaje a un famoso caso judicial: en 1803, W. Marbury propició una célebre sentencia en la Corte Suprema de Estados Unidos. Con todo esto, Paredes le da al relato un toque british, y se traslada al ámbito de la literatura inglesa que tanto le gusta.
La novela está dividida en tres partes: en la primera, titulada “Mirar y contar”, parece que el narrador se conforma con narrar hechos de la vida cotidiana, un narrador en tercera persona pero siempre focalizado desde el punto de vista del señor Marbury. Peter, que es un gran lector, un lector incansable (por la obra desfilan Chesterton, Bobin, Sweig, Delibes, C.S.Lewis...), leyendo a Tolstói, un día se pregunta si se podría hacer una novela a partir de un hombre y de una mujer casados, felizmente casados, no como el final feliz de un libro, sino como el principio: narrando sus vivencias, sus peripecias diarias, las preguntas de sus hijas, como si fueran episodios sueltos, quizá en forma de diario. En la segunda parte, titulada “Sentir y contar”, el narrador profundiza un poco más y, en las anécdotas, se ponen de manifiesto sentimientos importantes como el asombro, la admiración, la pasión, la felicidad, la alegría, los deseos de rezar. Y así, se llega a la tercera parte “Vivir y arder”, porque el secreto de la vida y también el de la verdadera literatura no es brillar, sino arder.
Con un estilo cercano y ameno (en el que se cuelan expresiones coloquiales junto a formas latinas y un vocabulario culto propio de la abogacía), Alfonso Paredes crea una obra entretenida, tierna y divertida en la que en ese día a día “todos tenemos un poquito de héroe”. Siguiendo a P.G. Wodehouse, escritor humorístico inglés, el autor con gracia y ternura te lleva a la sonrisa: “Algunos piensan que el humor es una falta de respeto a la vida, pero eso es una tontería, porque el humor es una luz, una forma de conocimiento, el modo de llegar a lugares a los que la seriedad del hombre no llega jamás” (p. 55).