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Octubre, 2021

Llévame a casa

Carrasco, Jesús

Una gran novela sobre la familia, los lazos que nos unen y las heridas que nos distancian.

Juan ha conseguido independizarse lejos de su país cuando se ve obligado a regresar a su pequeño pueblo natal debido a la muerte de su padre. Su intención, tras el entierro, es retomar su vida en Edimburgo cuanto antes, pero su hermana le da una noticia que cambia sus planes para siempre. Así, sin proponérselo, se verá en el mismo lugar del que decidió escapar, al cuidado de una madre a la que apenas conoce y con la que siente que solo tiene una cosa en común: el viejo Renault 4 de la familia.

Esta es una novela familiar que refleja de forma brillante el conflicto de dos generaciones, la que luchó por salir adelante para transmitir un legado y la de sus hijos, que necesitan alejarse en busca de su propio lugar en el mundo. En esta emotiva historia de aprendizaje, Jesús Carrasco traza una vez más personajes formidables sometidos a decisiones fundamentales cuando la vida los pone contra las cuerdas.

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Tercera novela de Jesús Carrasco. En “Llévame a casa” el autor reconoce que existen detalles autobiográficos. Su padre, maestro, se trasladó a Torrijos y él mismo estuvo en el Reino Unido aprendiendo inglés. Pero quizás, lo más sorprendente es el tema, una historia que sin duda puede o podría haber sido vivida por muchos de nosotros.

Una familia de agricultores que emigran a Madrid en busca de un sueldo fijo que les permita salir adelante; que facilite a los hijos el estudio en la universidad. Fue una prioridad para tantas familias durante los años 60 y 70.

El padre encuentra trabajo en una fábrica de fibrocemento (amianto que resultó ser cancerígeno) y tras 10 años en contacto con el asbesto enfermó, se le diagnosticó un cáncer fatal.

Los hijos habían aprovechado el esfuerzo de sus padres. La mayor, Isabel, estudió y se doctoró en biología. Se casó con otro biólogo y ambos habían llevado una investigación puntera en Barcelona.

Isabel, como tantas mujeres, intentaba compaginar su labor investigadora, su dedicación a la familia propia (un marido y dos hijos) así como la atención a sus padres que retornaron a la Puebla de Cruces tras la jubilación del cabeza de familia. Se desplazaba para acompañarle durante la crisis de la enfermedad y ella era quien le llevaba al hospital, cuando su padre tenía que recibir los tratamientos, a pesar de vivir en Barcelona.

El hermano, Juan, ingeniero forestal, había huido del control paterno y estaba intentando aprender inglés en Escocia con la finalidad de conseguir un puesto en el Jardín Botánico de Edimburgo: un trabajo adecuado a su titulación académica, aunque de momento, solo trabajaba como peón en el mencionado jardín.

Ambos jóvenes tenían proyectos personales y profesionales lejos del pueblo, lejos de la casa paterna.

Pero los padres envejecen y enferman. También mueren. Ese es el nudo de la novela. ¿Cómo poder compaginar el amor a los padres, la ayuda cuando lo necesitan, con los propios proyectos?

La novela comienza con la llegada de Juan al pueblo. Viene al entierro de su padre. Su hermana quiere transmitirle la urgencia en la que vive: por un lado, ha conseguido vender sus investigaciones a una empresa de los E.E.U.U. pero necesita trasladarse durante un año a Williamsburg, Virginia; en el lado opuesto está la enfermedad de la madre, Alzheimer.

Angustiada le pide a Juan, el hermano menor, que se haga cargo de su madre, que renuncie al regreso inmediato a Edimburgo.

Juan acepta a regañadientes y, aunque le cuesta entender la situación, accede a cuidar de su madre.

¿Cuál es la realidad a la que se enfrenta día a día? ¿Cómo soluciona el problema económico de la familia? ¿Cómo retoma su amistad con Fermín? ¿Cómo reacciona Germán, el obrero de la fábrica de puertas que había montado el padre tras la jubilación?

El lector descubre página a página, la evolución de Juan, la superación y el acercamiento a una madre que parece cada vez más perdida en su pasado.

“Llévame a casa” es el grito angustiado de una madre que pierde pie en la realidad, pero también, es el retorno del hijo cuando descubre que el amor es el camino de retorno al hogar.

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Novela en la que el autor se hace eco de dos temas de actualidad: la brecha generacional y la despoblación rural, en una historia en la que el protagonista y su hermana afrontan la enfermedad de la madre y su cuidado en un pequeño pueblo sin porvenir.

Los temas están bien planteados, y su tratamiento es correcto. El protagonista condiciona el planteamiento de su vida en el presente a una atención de la madre y a reflotar el trabajo familiar en su pueblo, aunque adolece personalmente de unos valores sólidos para centrar su vida.

La narración es fluida y sencilla, con estilo y oficio, a mi parecer sin grandes pretensiones; completa una historia que bien podría acontecer en la sociedad actual.

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La nueva novela de Jesús Carrasco es una historia de los pueblos manchegos, como hemos leído en Feria, de Ana Iris Simón. En esta -como también en aquella- está presente sobre todo la familia. Y la problemática que se presenta no es sorprendente, más bien se nos ocurre que puede ser frecuente. El choque de dos generaciones tan distintas, los modos de vivir de los padres y las elecciones de los hijos, tan sorprendentes para los primeros. El peligro de olvido, de lejanía, de contar poco con los mayores. Una vez más Carrasco se introduce en los problemas de las personas, y lo hace con un arte y un acierto que engancha en todo momento al lector. Podríamos incluso pensar que hay una reflexión útil sobre la problemática generacional, y sin embargo no parece que esos problemas tengan una fácil solución. Aquí se presentan unos planteamientos ejemplares y unos personajes capaces de cambiar, pero viendo le problema en su conjunto da la impresión de que no tiene fácil solución. Leer artículo >>

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Se ha escrito mucho sobre los grandes dramas de la historia, pero muy poco sobre los pequeños dramas ocultos que pueden ser tan conmovedores como los primeros y que son los conflictos familiares. En Llévame a casa el autor plantea el problema del abandono de los pueblos por parte de la juventud, y de los ancianos que quedan solos en ellos.

Juan e Isabel son un matrimonio mayor residente en Cruces, un pueblo de Toledo. Juan es propietario de una fabrica de puertas que un día fue rentable. La pareja tiene dos hijos a los que pusieron los nombres de sus padres; Isabel, la mayor, y Juan. Isabel es bióloga y dirige un laboratorio en Barcelona, está casada y tiene dos hijos. Juan, por su parte, es ingeniero forestal y se ha negado a quedarse en Cruces trabajando en la fabrica de su padre; ha marchado a Edimburgo, en Escocia, donde está empleado en el Real Jardín Botánico y no tiene aspecto de querer casarse.

El autor nos habla de aquellos matrimonios antiguos, como el de Juan e Isabel, que hoy son historia. La única obligación del hombre era llevar el dinero a casa y las mujeres no trabajaban fuera del hogar, pero desempeñaban las obligaciones familiares abnegadamente y sin una palabra de queja. Juan hijo ve a sus padres como "discapacitados emocionales, hijos de la guerra y del hambre". Nunca les ha visto besarse ni los he escuchado decirse te quiero. Jamás hablaron con sus hijos de sexo ni les previnieron contra las drogas. Su única obsesión era trabajar y no malgastar el dinero. En su casa nadie daba las gracias ni pedía perdón y frecuentemente se ignoraban unos a otros. Juan llega a la conclusión de que para formar familias felices es útil crecer desayunando, comiendo y cenando juntos con la tele apagada; pero su padre se levantaba a las cinco de la mañana todos los días, mucho antes de que sus hijos estuvieran despiertos. Cuando finalmente le diagnostiquen un cáncer ellos estarán lejos y el menor enemistado con su progenitor.

Ante esta situación Isabel, además de atender el laboratorio, a su marido e hijos, durante dos años viajará entre Barcelona y Cruces para llevar a su padre al médico y escuchar los reproches de su madre: por qué no te habrás casado con un chico del pueblo para que yo pudiera ver a mis nietos, por qué no has hecho una oposición a funcionaria que es algo seguro. Lanza peticiones de auxilio a su hermano, pero éste se desentiende de la situación hasta que se entera de que el padre ha fallecido. Su plan es asistir al entierro y volver a Edimburgo. Isabel está furiosa con su hermano y le plantea la cuestión en toda su crudeza: ella va a marchar a los Estados Unidos con su familia y él va a tener que ocuparse de la madre porque está enferma de Alzheimer.

Cuando finalmente Juan se decida a quedarse en Cruces a cuidar de su madre descubre lo que realmente es querer: "Una sola balda de un frigorífico -reflexiona- puede contener tanto amor como una leprosería de la Madre Teresa". Reconoce que vale la pena vivir una vida sencilla aunque sea en un pueblo y que "alguien tiene que quedarse en él para pasar el testigo de generación en generación. Alguien tiene que encargarse de que siga habiendo vida fuera de Madrid y Barcelona".

Como novela Llevame a casa vale poco, pero es un magnífico documento histórico y sociológico, testimonio de una época.

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Espléndida novela psicológica sobre la familia y el regreso al hogar. Ambientada en el año 2010 en el ámbito rural, la trama se desarrolla en Cruces, un pequeño pueblo situado muy cerca de Toledo. Juan Álvarez (de unos 33 años), ingeniero forestal, trabaja en Escocia en el Real Jardín Botánico de Edimburgo, ya lleva cuatro años fuera de casa. Mientras su padre agoniza de un cáncer de pulmón en el hospital de Toledo, él asiste a un curso sobre rododendros impartido por una eminencia de Nueva Zelanda. Cuando finalmente aterriza en España, su padre ha fallecido. Ha sido su hermana mayor Isabel, que vive en Barcelona, casada y con dos hijos, quien ha acompañado a su padre y a su madre en esos duros momentos. La madre, ya mayor, ha comenzado a mostrar claramente los primeros síntomas de alzhéimer: una enfermedad que se irá manifestando a pasos agigantados.

Para contar esta historia familiar, el autor ha elegido una tercera persona narrativa pero enfocada siempre desde la perspectiva de uno de los personajes (la madre, la hermana), especialmente desde el punto de vista de Juan. Cuando vuelve a casa, tras varios años de ausencia, la realidad presente y pasada invade todos sus sentidos: el olor de las plantas del patio, el interior de la casa con sabor a leña, naftalina, matanza y jabón casero, “un olor al tiempo anodino y único”. La descripción minuciosa del universo privado rememora los años de su infancia y de su juventud, y nos recuerda a los lectores nuestro propio pasado, vivencias y emociones con las que podemos sentirnos identificados. El estilo indirecto libre y la fluidez de los diálogos le dan al texto agilidad y cercanía, sin empalagos, para seguir el hilo de los pensamientos de los personajes (un poco, nosotros mismos). Ellos nos hablan de la muerte como detonante que convulsiona la vida (igual que en Feria de Ana Iris Simón), de la enfermedad y el cuidado de los padres, de la responsabilidad y el sacrificio, de los amigos de siempre.  Con todo ello, afirma el autor, ha construido una “novela honesta, una novela heroica dentro de lo doméstico”.

Con su primera obra Intemperie, ambientada en la España rural, Jesús Carrasco consiguió en 2013 el premio al Libro del Año en España. Con ella, algunos críticos han intuido el inicio de una nueva tendencia literaria que podría denominarse el “neorruralismo”: contenidos y planteamientos que traen a la memoria los relatos de los años cincuenta de Cela, Azorín, Aldecoa y, sobre todo, la ternura y la mirada amable de Delibes. Un espacio rural, un territorio que el autor domina porque recrea su propia experiencia, para recoger sentimientos, emociones y afectos:  «De todas las responsabilidades que asume el ser humano, la de tener hijos es, probablemente, la mayor y más decisiva. Darle a alguien la vida y hacer que esta prospere es algo que involucra al ser humano en su totalidad. En cambio, rara vez se habla de la responsabilidad de ser hijos. Llévame a casa trata de esa responsabilidad y de las consecuencias de asumirla», Jesús Carrasco.