Se celebran mensualmente.
Un ataúd no reclamado. Una cadena de muertes, un macabro juego ideado por el asesino de los crímenes perfectos.
El Palacio de Hielo de Madrid, habilitado como morgue provisional durante la pandemia, no puede cerrar sus puertas y regresar a su actividad porque el ataúd no reclamado de una anciana lo impide. El inspector Salado y su ayudante Jaso acompañan al supersticioso juez Calvo a la inspección preliminar, que les depara una sorpresa: en su interior hay un varón con traje a medida y un Rolex de oro en la muñeca. Lo que parece una confusión de clasificación los introduce poco a poco en un macabro juego: una cadena de muertos, a cada cual más peculiar, que tienen en común la firma, en el certificado de defunción, de la doctora Paloma Padierna, joven internista en el Gregorio Marañón. La doctora Padierna, ajena al asunto y agotada tras los duros meses de trabajo en el hospital, solo piensa en sus vacaciones. Pero el asesino de los crímenes perfectos tiene otros planes para ella.
Comentarios
Lo primero que hay que decir
Lo primero que hay que decir de esta novela es que es demasiado larga. De hecho se entremezclan argumentos y hay un momento en el que el lector pierde el hilo de la narración, pero ya no compensa volver atrás para retomarlo. Una novela tiene que ser muy buena para que permita tal número de páginas. En ocasiones he citado a Agatha Christie cuando, en su Autobiografía, opina cuál debe ser la extensión de una novela policíaca. El juego de los crímenes perfectos reúne argumentos para dos o tres obras de las mismas características. Como dijo Chesterton respecto de alguna de las suyas, hay en ella "un montón de buenos argumentos desaprovechados".
No sé quién dijo que "el secreto de escribir bien es no querer contarlo todo"; añadiré que para dejar espacio a la imaginación del lector. Pongo un ejemplo; en un momento de la novela, hablando del patriarca de los gitanos, la autora escribe "los dedos enjoyados con oro fino". Aparte de que nos preguntamos cómo puede medirse la pureza del oro a simple vista ¿por qué no dejar las cosas en "los dedos enjoyados" y permitir que el lector imagine cómo o de qué manera lo están? Susanna Tamaro en su libro Querida Mathilda explica esta conveniencia.
Lo último que podemos reprochar a esta novela es su lenguaje coloquial, nada literario. Me cuesta mucho entender por qué la autora ha optado por este tipo de lenguaje; habrá alguna razón para ello, pero no se me alcanza. Susanna Tamaro, en el libro citado, se refiere a la necesidad de mejorar el texto, obsesivamente incluso, retocándolo antes de darlo a la imprenta.
En el aspecto positivo, que ciértamente lo tiene, la autora cuenta con una imaginación fértil para desarrollar argumentos. Señala Murakami en su libro De qué hablo cuando hablo de escribir, que una de las cualidades del escritor de novelas ha de ser la de fijarse bien en la realidad que le rodea; Reyes Calderón no sólo se fija, y mucho, sino que también se ha documentado acerca de cuestiones tan importantes como la pandemia del Covid-19 o la vida de los médicos durante la misma. Demuestra un gran sentido de la oportunidad novelar, aunque sea parcialmente, esta circunstancia que hemos vivido.
La autora trabaja muy bien los personajes y sus características, lo cual es muy importante en cualquier tipo de novela, aunque ya hemos señalado como aquí hay personajes para dos o tres obras parecidas. Algunos están tratados con mucho cariño y me ha gustado especialmente la participación en el relato de una familia de gitanos.
Para todo tipo de lectores a partir de la adolescencia.
El juego de los crímenes
El juego de los crímenes perfectos, de Reyes Calderón, realmente es una sucesión de tramas perfectamente entrelazadas en las que el lector queda inmerso sin remedio y cuyo desenlace presupone el reto de desentrañar, una a una, cada una de las tramas, todas ellas con el telón de fondo de la terrible pandemia de la Covid 19.
Por un lado, tenemos a una médico del Gregorio Marañón que, en el desempeño de su labor profesional, con una buena praxis aparentemente, se ve abocada a cargar con la acusación de corrupción (alteración del acuerdo del hospital, concediendo el uso de respiradores a enfermos terminales mediante pago fraudulento).
La joven doctora Padierna también sufre con la situación familiar: unos padres ancianos cuyas debilidades son aprovechadas por terceras personas y que, además, pretenden igualmente incluir a la doctora en el abuso.
Por otro lado, una sucesión de asesinatos de jóvenes universitarias que habían quedado sin resolver años atrás, parece reanudarse con la aparición del cuerpo de otra joven en el apartamento de la joven doctora.
Todo apunta en la misma dirección: la doctora Padierna es la culpable. Sin embargo, un joven investigador de la policía, el agente Jaso, decide posicionarse a favor de la doctora y es él principalmente quien irá descubriendo las pistas que levarán al lector hasta el o los culpables.
La novela se desenvuelve en Madrid y el lector debe descubrir, sobre el plano, el itinerario que sigue el o los asesinos: calle Serrano, el templo de Nebot, Gran vía…
En esta novela no participa la jueza McHor. Es el juez Juan Calvo quien oye el caso. Un juez a quien la muerte parece no gustarle.