Moderador: Gabriel Rodríguez Pazos
Universidad Villanueva. Costa Brava 6, Madrid.
Cuarto miércoles de mes, a la hora del almuerzo.
Una vez terminada la guerra de Troya, Ulises emprende el regreso a Ítaca donde lo esperan su hijo Telémaco y su fiel esposa Penélope. El viaje se alargará diez interminables años durante los cuales el héroe griego y sus compañeros sufren toda suerte de desventuras. Solo la astucia ayudará a Ulises a llegar sano y salvo a su patria.
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Las relecturas son
Las relecturas son espléndidas cuando los libros son profundos. Las buenas obras literarias tienen un sentido para el lector según el momento en que se leen. La Odisea está entre los clásicos por excelencia y las perspectivas son muy variadas. Resulta de gran interés compararlo con otro libro escrito en el mismo siglo: el Deuteronomio. Este libro es, casi seguro, el primero que se escribió, tal como lo conocemos, de toda la Sagrada Escritura. No se pueden comparar desde la visión literaria, pues uno es una epopeya heroica y el otro un libro religioso. Pero sí podemos contrastar la visión teológica, con un concepto de Dios único que choca violentamente con el politeísmo casi ridículo que aparece en casi todas las páginas de Homero. Por lo demás hay valores muy positivos que se resaltan en La Odisea, pero también valores francamente negativos, como la venganza que se respira hasta en la última página.
Muy buen libro como todo lo de Homero, pero esta bueno leer primero la iliada y luego la odisea como corresponde
Desde el desconocimiento, y sin la sabiduría de las otras reseñas, señalar que en la Odisea me parece que se encuentran, de una manera u otra, todos los cuentos. Si la Ilíada es un gran poema épico, la Odisea es un gran relato de aventuras fantásticas. Tan sólo que no es fácil de leer cuando la traducción sigue la forma poética, siendo más sencillo un primer acercamiento desde la prosa.
Atribuida a Homero, el aedo
Atribuida a Homero, el aedo griego más famoso de la historia de la literatura, consta de 12.110 hexámetros, versos técnicamente perfectos que hacen pensar en poemas anteriores. Desde que sucedieron los hechos (S. XIII - XII a. C.) hasta que se escribió la obra que hoy conocemos, pasaron varios siglos en los que probablemente se compusieron muchos poemas heroicos en torno a los héroes de Troya, que se han perdido o que quizá nunca fueron escritos, sino solamente recitados. La Odisea viene a culminar esta etapa oral, tanto por su calidad artística altamente elaborada, como por su extensión y complejidad en la estructura.
Desde el punto de vista temático, el núcleo central (el más atractivo y sugerente para la literatura posterior) está constituido por una serie de leyendas de marineros que circulaban por el Mediterráneo, en torno a islas, monstruos, playas lejanas..., con detalles precisos sobre el arte de navegar y la vida doméstica. En el fondo, subyacen los elementos folklóricos y los cuentos maravillosos: el ogro que come carne humana y que es vencido por un ser más pequeño pero más ingenioso que él; la figura de la maga hechicera que transforma a hombres y animales; los bebedizos mágicos, o el viaje al más allá atravesando las aguas de la muerte.
Pero, junto a las grandes aportaciones temáticas, no debemos olvidar los hallazgos formales: el poeta es un maestro de las descripciones, pocos rasgos, bien seleccionados y esenciales; así como de las comparaciones, ingenuas y sencillas. El notable carácter dramático de los diálogos, las repeticiones rítmicas, sus fórmulas fijas y el epíteto épico han pasado a ser elementos imprescindibles en la literatura posterior épica y narrativa de todos los tiempos y países.
Se trata de la obra más asequible al gran público para introducirse en el mundo de los héroes griegos y la gestas que permiten comprender la vida humana como riesgo entre la frustración y la plenitud: la vida humana como narración.
La belleza del texto es indudable, por lo que se recomienda la versión traducida en verso de Gredos (quien pueda usar una bilingüe.... que no lo deje pasar).
Poema griego en veinticuatro cantos atribuido a Homero (siglos IX-VIII a. de C.). Todos recuerdan la aventura de Ulises y del cíclope Poliflemo. Ulises, al encontrar en la cueva del gigante numerosos cabritos y corderos, y abundancia de quesos y leche, podía sin dificultad llevarse de todo aquello lo que quisiera antes de que volviera el gigante, aprovisionar de nuevo sus naves y acto seguido desplegar velas y huir de aquella tierra peligrosa. Esto es lo que aconsejan sus compañeros. Pero Ulises quiere saber y quiere ver, y se queda.Del mismo modo, cuando cruza el golfo de las Sirenas, tapa con cera los oídos de sus compañeros encorvados sobre los remos, pero no sus propios oídos y manda que lo aten al palo mayor de la nave, con orden de no desatarlo, a pesar de las señales que él les dirija en contra, porque quiere oir y conocer aquel mortal canto de las sirenas inmortales. Y después, en la isla E, entre aquella espesa floresta, las mágicas hierbas, los animales salvajes aprisionados y mansos; ¿quién canta dentro de la casa aquel canto suave?, ¿una mujer o una diosa?, ¿qué se esconde, qué peligro o qué celada, en el palacio misterioso? Euríloco advierte a Ulises que muchos de sus compañeros desaparecieron allí; sin duda los mataron; y le propone huir. Pero Ulises se ciñe la espada y va; otra vez quiere ver y saber. Y también con Penélope antes de darse a conocer -lo hará en el último momento, después de haber matado a los pretendientes-, quiere ver y saber. Son episodios merecidamente famosos, que todos recuerdan independientemente de la trama en que se hallan entretejidos. Como recuerdan, cuando Ulises está ya en Itaca, las personas y los episodios; los conmovedores reconocimientos, por parte de Filecio el boyero y de Eumeo el porquero, criados fidelísimos, de su nodriza Euriclea que le crió de niño y ahora reconoce, mientras le está lavando, la señal de la antigua herida en su pierna, y hasta el perro Argos, del pobre y viejo perro que también le ha esperado durante veinte años, y allí esté tendido, moribundo, junto al umbral de la casa, en un montón de estiércol. Ulises pasa cerca de allí, con Eumeo. Está a punto de cruzar el umbral. El perro ha oído su voz y acto seguido le reconoce. Endereza un poco las orejas: no gruñe, no ladra, no se mueve. El amo se le acerca. Y entonces el animal, feliz baja las orejas. Eumeo entra en la casa. Ulises se queda allí, todavía desconocido de todos, con su perro, el único que le ha reconocido, y acto seguido el perro muere.
De todos estos episodios, el punto de enlace interior, espiritual y poético, no mítico y exterior, es siempre Ulises, tal vez la figura literaria más rica de humanidad que la poesía griega ha creado, con su riqueza singularísima de prudencia y valor, de curiosidad y de inteligencia, de generosidad impetuosa y de calculada frialdad, de lucidez y de cautela, de segura presteza y de obstinación, de fe y de duda, de ardentísima y activísima astucia; de él parten y a él vuelven lo mismo los episodios particulares, que los temas y los motivos mayores y menores de todo el poema.
La Odisea es el poema del "regreso" de Ulises; del regreso a su isla natal, a Itaca, después de la guerra de Troya. También la acción de la Odisea dura, como la de la Ilíada, un número de días muy limitado, cuarenta; desde que Ulises abandona la isla de Calipso hasta que, exterminados los pretendientes, es nuevamente dueño y rey de su casa y de su reino. Pero dentro de la obra aparecen, relatadas por el propio Ulises en la corte de Alcinoo, sus largas peregrinaciones, que duraron nueve años completos, desde que Ulises partió de Troya hasta que, al décimo año, lo volvemos a encontrar en la isla de Calipso. El poema se puede dividir en dos grandes partes: antes del regreso de Ulises a Itaca, los primeros doce cantos; regreso y después del regreso, los últimos doce. La primera parte puede dividirse, a su vez, en dos secciones, la "Telemaquia" representa el estado de la casa de Ulises durante su ausencia; sobre todo celebra la adolescencia de Telémaco, a quien Ulises, cuando partió para Troya, dejó casi recién nacido, y que ahora tiene ya veinte años y está en disposición de asumir directamente, en ausencia de su padre, el gobierno de la casa. En resumen, la acción de la Odisea parte de estos tres núcleos míticos: adolescencia de Telémaco, viajes de Ulises errabundo, regreso y venganza; y estos tres núcleos giran en torno a un nudo central que une a los tres; las malversaciones de los pretendientes de Penélope se agudizan ahora, cuando después de veinte años la esperanza de que Ulises no vuelva se ha convertido casi en certidumbre; los pretendientes se encienden además en ira contra Telémaco al llegar este a la adolescencia y le tienden celadas y urden insidias para quitarle de en medio y matarle. Y he aquí que, ahora precisamente, Ulises está regresando; más aún, ha regresado ya, está en el palacio real y nadie lo sabe, excepto Telémaco; nadie lo reconoce, ni siquiera Penélope; sólo unos pocos y fieles criados, Eumeo, Filicio, Euriclea, que le ayudan en su venganza. Este nudo, esto es, esta conciencia-mito, da tono y movimiento a la poesía de la Odisea; la envuelve en una atmósfera de necesidad, de la cual recibe alimento y vida desde el principio hasta el fin; es su expresión.
Ahora bien, la poesía de la Odisea se desarrolla a lo largo de dos temas o motivos fundamentales: el tema del regreso y el tema de la venganza, que a veces confluyen el uno en el otro y se enriquecen con motivos menores que dan a la obra un carácter más uniforme y fluido; pero también dominan, diferentes, partes distintas. Sentimiento nostálgico de la isla lejana ("el ver los techos de la patria y el humo que se desprende de ellos y se eleva revelando las tranquilas ocupaciones domésticas" es la más antigua y más sencilla expresión de la "nostalgia, del deseo doloroso del regreso" y es expresión que hallamos también en la Odisea muchas veces); recuerdo y deseo de muchos afectos, con sencillez de modos y formas, y afectuosas correspondencias entre nobles y vasallos, entre príncipes y siervos; amor a la paz doméstica y a la vida plácida, que agudiza más la ansiedad y tristeza de los mil percances y peripecias del difícil regreso -los ciclones, los lotófagos, los cíclopes, los lestrigones, Circe, la isla del sol, la isla de Calipso- que se determinan y agudizan más en el espejismo y el halago de otras islas felices (sobre todo en la isla de los feacios, la última escala del náufrago); todos estos y otros semejantes son los elementos del primer tema, que dominan toda la parte central de la Odisea, los llamados cantos del regreso, y tienen su centro musical y poético en el canto de Nausica.
Por una parte, las depredaciones y arrogancias de los pretendientes y las insolencias de los criados infieles, y por otra parte, la fidelidad de los criados, de la mujer, del hijo y del anciano padre, el tenaz amor y la larga espera, ya desesperada, y la obstinada defensa, y, al mismo tiempo, el prudente acercamiento de Ulises, desconocido y bajo el aspecto de un mendigo, su espera impaciente, su lento volver a encontrar y reconocer cosas y gentes amadas, son los elementos del segundo tema, que queda ya ampliamente apuntado en la primera parte en los cantos de Telémaco, que domina sobre todo la última parte, esto es, los cantos de la venganza, y tiene su centro, o su máxima elevación musical y poética, en el canto del arco o, mejor dicho, entre el grande y deslumbrado final del canto vigésimo y los primeros versos del canto vigésimosegundo.
También para la Odisea es menester repetir lo que se ha escrito de la Ilíada. Su unidad y coherencia no son dudosas; innumerables correspondencias de tono, aunque no siempre visibles a primera vista, y tanto más valiosas cuanto más recónditas, son testimonio de ello y pruebas seguras. La división en veinticuatro libros como la Ilíada es obra de los gramáticos alejandrinos, pero en gran parte es restauración de otras divisiones rapsódicas y aédicas de muchos siglos antes, de manera que es fácil suponer que no sólo Esquilo, por ejemplo, sino también Arquíloco, Safo y Mimnermo leyeran a Homero poco más o menos en el estado en que nosotros lo leemos.