Sam Simoneaux es un joven soldado de Luisiana que desembarca en Europa en 1917, precisamente el día siguiente al armisticio que puso final a la Primera Guerra Mundial. Por tanto, su experiencia bélica se resume al trabajo de artificiero sin conocimientos ni experiencias. Durante ese trabajo causa involuntariamente una herida en la mano a una niña francesa, a la que cura provisionalmene. Este episodio de su vida seguirá presente en su memoria durante mucho tiempo, también después de casarse y de perder a un hijo a causa de unas fiebres. Poco después, trabajando como encargado en unos grandes almacenes, es hecho responsable de la desaparición de una niña de 10 años, a la que sus padres perdieron de vista durante las compras. Despedido, se enrola en un barco de vapor de palas que recorre el Misisipi organizando excursiones con música y baile, con el fin de encontrar información sobre el paradero de la niña, probablemente secuestrada.
A partir de ahí, la novela narra sus aventuras, su trabajo de oficial a bordo del barco, y su relación con los padres y el hermano de la desaparecida, que viajan y trabajan en el mismo navío.
Como de costumbre, Gautreaux nos sumerge con maestría en el mundo de los estados sureños, en su dialecto, sus costumbres y un entorno en el que la civilización no ha conquistado aún todas las parcelas. Las reflexiones de Sam sobre la justicia, la venganza y la familia enmarcan la narración de una historia original y al mismo tiempo universal. Muy recomendable.
Gautreaux es un gran narrador de historias, con especial habilidad para entrelazar diversas tramas hasta el encaje final. Como en las novelas y relatos anteriores, en Desaparecidos, la ambientación es excelente, con una larga nómina de personajes muy variados, pero vivos, en cuyas conductas se manifiesta lo peor y lo mejor del hombre, pero al final nos deja la belleza de la virtud, de la honradez, de la generosidad. Una gran novela. Luis Ramoneda.
Es un libro largo, por el número de páginas y porque se alarga. Cuando parece que debería haber terminado resulta que quedan casi cien páginas. Y, sin embargo, el lector no puede dejarlo a medias porque engancha totalmente. Estamos acostumbrados a la calidad literaria de este autor y también al empeño por describir meticulosamente un ambiente, un modo de vida, una época, de la que no sabemos nada. En esta ocasión el mundo de los barcos de vapor con sus diversas utilidades son un descubrimiento inesperado y, por lo tanto una curiosidad que el lector agradece. Las historias de la familia son duras y, como otras veces, comprobamos como el autor se introduce en el alma de los protagonistas, en sus sentimientos. Es quizá la mayor riqueza de este autor y, desde luego, de esta novela.
Sam Simoneaux es encargado en unos grandes almacenes de Nueva Orleans, los almacenes Krine, cuando una niña es secuestrada. Al robo de esta niña -Lily Weller, de tres años- hace referencia el título de esta novela: Desaparecidos, o en inglés The Missising (La desaparición). La historia transcurre en los años veinte del siglo pasado, después de la Primera Guerra Mundial.
A continuación, encontramos a Sam como tercer oficial de un barco de recreo, el Ambassador, que navega por el río Misisipi. Ha sido despedido de los almacenes Krine por el secuestro de la niña y, mientras trabaja en el barco, busca a la pequeña por los pueblos de la rivera. A pesar del dramatismo del argumento un suave sentido del humor acompaña el relato y gente buena ayudará al protagonista en su búsqueda.
Sam Simoneaux pertenece a la minoría francesa del estado de Luisiana, una minoría pobre, que reside tierra adentro, católicos, cuya lengua materna es el francés y son despreciados por los angloparlantes. Amantes de la música, Sam había recibido clases de piano. Es la misma raiz cultural francesa que tiene Tim Gautreaux, el autor de la novela.
Gautreaux tiene un gran talento narrativo, como si fuera testigo de los hechos y sabe trasladar allí al lector. La credibilidad de un relato reside en los detalles, donde otro autor mencionaría una locomotora el autor nos habla de una locomotora de diez ruedas; el lector sabe lo que es una locomotora, pero nunca se ha preguntado cuántas ruedas tiene y ese dato pondrá en marcha su imaginación. En los agradecimientos, el autor indica la bibliografía que ha utilizado para recrear la época en la que sitúa la novela.
Desaparecidos, a pesar de su extensión -son 577 páginas- no es una novela que estés deseando terminar, conocer el final o, por el contrario, abandonar la lectura; puedes dejarla durante una semana y retomar la lectura con el mismo interés que al principio. Su atractivo está en la credibilidad del relato, la originalidad de los sucesos y en el estilo narrativo del autor. Estos componentes pueden hacer una obra maestra.
La novela tiene rasgos éticos, los buenos son buenos y los malos malos, sin confusión. El dolor rezuma muchas de sus páginas, sin llegar a la desesperación. Sam es invitado repetidamente a tomar venganza de aquellos que habían matado a su familia cuando él era solo un bebé, pero responde que "nunca me ha gustado rumiar la venganza" (pág.464). El protagonista se había criado unos parientes y su tío le había enseñado que "la venganza no hacía bien a nadie y que el castigo por ser un hijo de perra era el mismo hecho de serlo" (pág.354).
Hay un personaje especialmente penoso y es la señora White, una mujer rica, sin hijos, que encarga a unos bandidos el secuestro de Lily para criarla como suya. Encomienda su cuidado a una criada, ya que ella "se sentía incapaz de críar a una niña a la que además hubiera que dar amor" (pág.93). El autor se regocija señalando que al final, la señora tendrá que cambiar sus vestidos de seda por la tela basta del uniforme de presidiaria. El traductor utiliza una expresión castiza para describir el destino final de los White, antes tan respetables: "Parece que les ha mirado un tuerto".
Lily ha cambiado mucho durante los ocho meses que ha permanecido en casa de los White, no entiende por que tiene que reintegrarse al ambiemnte pobretón en el que había nacido. Tim Gautreaux realiza una advertencia que debería ser útil en los Estados Unidos, donde cualquiera puede comprar un arma: Con "una pistola en el bolsillo cambia el modo de pensar de un hombre, [pero] sin ella hay ciertos riesgos que no va a correr" (pág.425).
Nos encontramos ante una gran novela, para todos, didáctica en sus aspectos literario, histórico y ético.
En su tercera novela, Tim Gautreaux vuelve a sorprendernos con un relato fascinante que atrapa desde la primera página y que tiene todos los ingredientes de sus obras anteriores: situaciones duras, familia, sentido del humor, maquinarias, barcos, marinos, buenos, malos, alegrías, tristezas... Y, por encima de todo, una inquebrantable fe en el ser humano: la redención siempre es posible y nunca falta una puerta abierta a la esperanza. Otro librazo del magistral escritor de Luisiana.
Comentarios
Sam Simoneaux es un joven
Sam Simoneaux es un joven soldado de Luisiana que desembarca en Europa en 1917, precisamente el día siguiente al armisticio que puso final a la Primera Guerra Mundial. Por tanto, su experiencia bélica se resume al trabajo de artificiero sin conocimientos ni experiencias. Durante ese trabajo causa involuntariamente una herida en la mano a una niña francesa, a la que cura provisionalmene. Este episodio de su vida seguirá presente en su memoria durante mucho tiempo, también después de casarse y de perder a un hijo a causa de unas fiebres. Poco después, trabajando como encargado en unos grandes almacenes, es hecho responsable de la desaparición de una niña de 10 años, a la que sus padres perdieron de vista durante las compras. Despedido, se enrola en un barco de vapor de palas que recorre el Misisipi organizando excursiones con música y baile, con el fin de encontrar información sobre el paradero de la niña, probablemente secuestrada.
A partir de ahí, la novela narra sus aventuras, su trabajo de oficial a bordo del barco, y su relación con los padres y el hermano de la desaparecida, que viajan y trabajan en el mismo navío.
Como de costumbre, Gautreaux nos sumerge con maestría en el mundo de los estados sureños, en su dialecto, sus costumbres y un entorno en el que la civilización no ha conquistado aún todas las parcelas. Las reflexiones de Sam sobre la justicia, la venganza y la familia enmarcan la narración de una historia original y al mismo tiempo universal. Muy recomendable.
Gautreaux es un gran narrador
Gautreaux es un gran narrador de historias, con especial habilidad para entrelazar diversas tramas hasta el encaje final. Como en las novelas y relatos anteriores, en Desaparecidos, la ambientación es excelente, con una larga nómina de personajes muy variados, pero vivos, en cuyas conductas se manifiesta lo peor y lo mejor del hombre, pero al final nos deja la belleza de la virtud, de la honradez, de la generosidad. Una gran novela. Luis Ramoneda.
Es un libro largo, por el
Es un libro largo, por el número de páginas y porque se alarga. Cuando parece que debería haber terminado resulta que quedan casi cien páginas. Y, sin embargo, el lector no puede dejarlo a medias porque engancha totalmente. Estamos acostumbrados a la calidad literaria de este autor y también al empeño por describir meticulosamente un ambiente, un modo de vida, una época, de la que no sabemos nada. En esta ocasión el mundo de los barcos de vapor con sus diversas utilidades son un descubrimiento inesperado y, por lo tanto una curiosidad que el lector agradece. Las historias de la familia son duras y, como otras veces, comprobamos como el autor se introduce en el alma de los protagonistas, en sus sentimientos. Es quizá la mayor riqueza de este autor y, desde luego, de esta novela.
Sam Simoneaux es encargado en
Sam Simoneaux es encargado en unos grandes almacenes de Nueva Orleans, los almacenes Krine, cuando una niña es secuestrada. Al robo de esta niña -Lily Weller, de tres años- hace referencia el título de esta novela: Desaparecidos, o en inglés The Missising (La desaparición). La historia transcurre en los años veinte del siglo pasado, después de la Primera Guerra Mundial.
A continuación, encontramos a Sam como tercer oficial de un barco de recreo, el Ambassador, que navega por el río Misisipi. Ha sido despedido de los almacenes Krine por el secuestro de la niña y, mientras trabaja en el barco, busca a la pequeña por los pueblos de la rivera. A pesar del dramatismo del argumento un suave sentido del humor acompaña el relato y gente buena ayudará al protagonista en su búsqueda.
Sam Simoneaux pertenece a la minoría francesa del estado de Luisiana, una minoría pobre, que reside tierra adentro, católicos, cuya lengua materna es el francés y son despreciados por los angloparlantes. Amantes de la música, Sam había recibido clases de piano. Es la misma raiz cultural francesa que tiene Tim Gautreaux, el autor de la novela.
Gautreaux tiene un gran talento narrativo, como si fuera testigo de los hechos y sabe trasladar allí al lector. La credibilidad de un relato reside en los detalles, donde otro autor mencionaría una locomotora el autor nos habla de una locomotora de diez ruedas; el lector sabe lo que es una locomotora, pero nunca se ha preguntado cuántas ruedas tiene y ese dato pondrá en marcha su imaginación. En los agradecimientos, el autor indica la bibliografía que ha utilizado para recrear la época en la que sitúa la novela.
Desaparecidos, a pesar de su extensión -son 577 páginas- no es una novela que estés deseando terminar, conocer el final o, por el contrario, abandonar la lectura; puedes dejarla durante una semana y retomar la lectura con el mismo interés que al principio. Su atractivo está en la credibilidad del relato, la originalidad de los sucesos y en el estilo narrativo del autor. Estos componentes pueden hacer una obra maestra.
La novela tiene rasgos éticos, los buenos son buenos y los malos malos, sin confusión. El dolor rezuma muchas de sus páginas, sin llegar a la desesperación. Sam es invitado repetidamente a tomar venganza de aquellos que habían matado a su familia cuando él era solo un bebé, pero responde que "nunca me ha gustado rumiar la venganza" (pág.464). El protagonista se había criado unos parientes y su tío le había enseñado que "la venganza no hacía bien a nadie y que el castigo por ser un hijo de perra era el mismo hecho de serlo" (pág.354).
Hay un personaje especialmente penoso y es la señora White, una mujer rica, sin hijos, que encarga a unos bandidos el secuestro de Lily para criarla como suya. Encomienda su cuidado a una criada, ya que ella "se sentía incapaz de críar a una niña a la que además hubiera que dar amor" (pág.93). El autor se regocija señalando que al final, la señora tendrá que cambiar sus vestidos de seda por la tela basta del uniforme de presidiaria. El traductor utiliza una expresión castiza para describir el destino final de los White, antes tan respetables: "Parece que les ha mirado un tuerto".
Lily ha cambiado mucho durante los ocho meses que ha permanecido en casa de los White, no entiende por que tiene que reintegrarse al ambiemnte pobretón en el que había nacido. Tim Gautreaux realiza una advertencia que debería ser útil en los Estados Unidos, donde cualquiera puede comprar un arma: Con "una pistola en el bolsillo cambia el modo de pensar de un hombre, [pero] sin ella hay ciertos riesgos que no va a correr" (pág.425).
En su tercera novela, Tim
En su tercera novela, Tim Gautreaux vuelve a sorprendernos con un relato fascinante que atrapa desde la primera página y que tiene todos los ingredientes de sus obras anteriores: situaciones duras, familia, sentido del humor, maquinarias, barcos, marinos, buenos, malos, alegrías, tristezas... Y, por encima de todo, una inquebrantable fe en el ser humano: la redención siempre es posible y nunca falta una puerta abierta a la esperanza. Otro librazo del magistral escritor de Luisiana.