Pocas fechas después de la fundación de la Obra (1928), en una carta de San Josemaría, dirigida a los pocos fieles que le seguían y fechada el 9 de enero de 1932 (Res omnes), les describía con detalle el apostolado de los laicos, según las luces que había recibido de Dios y, además, resumía la cuestión presentándoles como modelo de vida la de los primeros cristianos, es decir, el propio venero de la tradición.