En este final de la pandemia, los cristianos nos hemos sentido, una vez más en las manos de Dios de manera muy particular. En ese sentido, desde la recepción de los teólogos de la Encíclica “mystici corpori” del papa Pío XII (1943), comenzaron muchos estudios e investigaciones que llevaron a sacar el máximo fruto a la figura de la Iglesia como Cuerpo místico de Cristo, a la vez que se iban perfilando las carencias que toda imagen conlleva respecto al original, así como la escasa raigambre entre los padres de la Iglesia de semejante imagen. Efectivamente, los estudios patrísticos y exegéticos de la primera mitad del siglo XX confluyeron en el Concilio Vaticano II y, en concreto en subrayar la imagen de nuevo pueblo de Dos en marcha. Estamos, por tanto, ante la Eclesiología del siglo XX como verdadero “tratado” teológico y pastoral.