El famoso historiador de la Iglesia Johann Adam Möhler (Igersheim 1796-Munich 1838), Profesor de Historia de la Iglesia en Tubinga y de Múnich, calificado por Joseph Ratzinger como “El gran renovador de la teología católica después de la desolación de la Ilustración”, se enfrentó en 1828 contra toda la opinión pública tanto en la Universidad de Friburgo como contra las autoridades civiles de Suiza, en defensa del celibato sacerdotal de los sacerdotes católicos que algunas autoridades pretendían abolir unilateralmente.
Precisamente, en estos días he podido leer en la revista de los dominicos de la Facultad de Teología de la Universidad De Friburgo un interesante artículo publicado por el profesor Pavel Syssoev, OP, sobre el don de Dios del celibato, que se vive en la Iglesia Católica bajo el lema: “El don del celibato es un don total” (401). Un don que participa del celibato de Jesús y de su precursor Juan el Bautista (Io 3, 28-29).
De hecho, el sacrificio de Cristo significa donarse sin reserva por amor al Padre por amor a todos nosotros, para la gloria de Dios y para la salvación de las amas (402). Es más, el sacerdocio católico actúa “in persona christi”: “El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Como el Padre que me envió vive y yo vivo por el Padre, así, aquel que me come vivirá por mí” (Io 6, 56-57). Inmediatamente, nos recuerda Pavel que el sacerdocio de Jesús, su muerte y resurrección “nos introducen en el festín de las delicias eternas donde el matrimonio terrestre es una figura y una preparación“ (404). De hecho, el matrimonio entre Cristo y su Iglesia es imagen y modelo para todo matrimonio cristiano.
Asimismo, nos recuerda Pavel que el celibato de Jesús, como el actual, ya produjo escándalo para sus contemporáneos, desde que Simeón los bendijo, y dijo a María, su madre: “a tu misma alma la traspasará una espada, a fin de que se descubran los pensamientos de muchos corazones” (Lc 2, 34-35). También sigue siendo un escándalo hoy día el matrimonio indisoluble (405): “También hay eunucos que así han quedado por obra de los hombres; y los hay que se han hecho tales a sí mismos por el Reino de los Cielos. Quien sea capaz de entender, que entienda” (Mt 19, 10-12). Es más, en la Iglesia de los primeros siglos se recoge y resalta la predicación de san Gregorio Nacianceno, precisamente como ardiente defensor de la virginidad consagrada y del ideal monástico (407).
Es interesante la conclusión de nuestro autor: “Los tiempos de las ideologías han pasado, no hay soluciones fáciles a los problemas y crisis que atravesamos, y solo desde una seria conversión radical y de una reflexión profunda encontraremos caminos sobre el modo de plantear la pastoral vocacional (...). es difícil hoy día el celibato, pero no imposible y máxime con la gracia de Dios y los sacramentos, el buen ejemplo de tantos sacerdotes y religiosos santos de nuestro tiempo. Que lo viven con humildad” (415). A lo que añade en el colofón: “En fin un corazón de eucaristía, de matrimonio, de sacerdocio, razona la misma realidad: Cristo ama a la Iglesia y vive por ella, pues sin Él nuestra fidelidad sería imposible” (416).
José Carlos Martín de la Hoz
Pavel Syssoev, OP, Le célibat sacerdotal, Nova et Vetera, (4/2019) 401-416.