Jornadas mundiales por un trabajo decente

 

Cada siete de octubre los  sindicatos de todo el mundo se movilizan y manifiestan reclamando, según sus palabras “un trabajo decente, estable y adecuadamente remunerado porque éste según defienden, debe ser un elemento central de las acciones gubernamentales para recuperar el crecimiento económico y construir una nueva economía mundial que dé prioridad a las personas.” El planteamiento así formulado parece digno de toda defensa, aunque después en sus acciones concretas algunas organizaciones sindicales utilicen estrategias de presión discutibles.

Es verdad que las luces y sombras de la época que vivimos están patentes a los ojos de todos. El desarrollo humano y los problemas que lo infectan; el progreso civil en muchos aspectos y la barbarie en otros, nos impulsan a todos  a intentar transformar la sociedad teniendo como punto de referencia la dignidad de las personas. Concretamente, el arma específica que poseemos  la mayoría  para transformar la sociedad es el trabajo bien hecho, bien acabado y con afán de servicio a los demás.

Al ser humano honrado y noble, se le ha confiado la tarea de edificar la sociedad al servicio de su bien temporal y eterno, de modo acorde con su dignidad: una sociedad en la que las leyes, las costumbres y las instituciones que la conforman y estructuran favorezcan el bien integral de las personas con todas sus exigencias; una sociedad en la que cada uno se perfeccione buscando el bien de los demás, ya que el hombre no puede encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás.

En primer lugar es necesario liberar a esa sociedad, por ejemplo, de las leyes civiles y de las costumbres contrarias a la moral y por otra, más a fondo, procurar que las relaciones humanas  no estén viciadas por el egoísmo, la violencia y la injusticia. Esta es la tarea de cualquier ciudadano honrado y cabal: contribuir a que el amor y la libertad  presidan todas las manifestaciones de la vida moderna: la cultura y la economía, el trabajo y el descanso, la vida de familia y la convivencia social.

Cuando intentamos que la ley civil promueva el respeto de la vida humana desde el momento de la concepción, la estabilidad de la familia a través del reconocimiento de la indisolubilidad del matrimonio, los derechos de los padres en la educación de los hijos tanto en escuelas públicas como en privadas, la verdad en la información, la moralidad pública, la justicia en las relaciones laborales, etc., estamos cumpliendo con nuestro deber de ciudadanos íntegros  y contribuyendo a edificar, en lo que está de su parte, una sociedad mejor, conforme a esa dignidad de la persona humana.

Es necesario que no perdamos la ilusión para transformar el ambiente que nos rodea, es un cometido que exige valentía y paciencia: valentía porque no hay que tener miedo a chocar con el ambiente cuando es necesario; y paciencia, porque cambiar la sociedad desde dentro requiere tiempo, y mientras tanto no hay que acostumbrarse a la presencia del mal y el  abuso cristalizado en la sociedad, porque acostumbrarse a una enfermedad mortal es tanto como sucumbir a ella.

Esta transformación  se realizará en buena manera a través del  trabajo profesional realizado con perfección  ya que éste es un medio imprescindible para el progreso de la sociedad y el ordenamiento cada vez más justo de las relaciones entre los hombres. Cada uno se ha de proponer esta tarea de mejorar la sociedad a través de su trabajo: primero mediante  el afán de pegar esta ilusión a los colegas y a las personas con las que entra en contacto profesional, para que también ellos lleguen  a dar un tono adecuado  a la sociedad,  procurando que su comportamiento profesional sea conforme con la moral.

Las posibilidades de contribuir a la renovación de la sociedad en virtud del trabajo decente, como reclaman los sindicatos, van más allá de lo qupuede realizarse en el estricto ambiente de trabajo. Es preciso también emprender o colaborar en iniciativas de diverso género, junto con otros ciudadanos que comparten los mismos ideales: iniciativas educativas de la juventud —escuelas donde se imparta una formación humana auténtica, tan necesarias y urgentes en nuestro tiempo—, iniciativas asistenciales, asociaciones para promover el respeto a la vida, o la verdad en la información, o el derecho a un ambiente moral sano, entre otras.

 

Juan Antonio Alonso

Presidente de “Solidaridad y Medios”