Desde que, hace bastantes años, leí, en una nota a pie de página de Grandes figuras de la literatura universal y otros ensayos –excelente libro del profesor croata Luca Brajnovic, ya fallecido– que El látigo vivo, del escritor eslovaco Milo Urban (1904-1982), es una de las mejores novelas sobre la Gran Guerra, busqué el libro con ahínco, hasta que comprobé que no se había traducido al castellano. Qué gozosa e inesperada sorpresa me llevé al comprobar, hace pocas semanas, que lo acababa de editar Ciudadela con el sello de Palabra.
Esta novela es ya una obra clásica de la literatura eslava, un relato estremecedor, muy duro. No cuenta acciones bélicas, sino "la intrahistoria de la Primera Guerra Mundial" –señala Alejandro Hermida, el traductor, en el prólogo–, en una aldea eslovaca, cercana a la frontera con Polonia. Con una prosa muy brillante, expresionista, llena de metáforas y comparaciones muy vivas, Urban, que lo vivió cuando era un niño, describe el sufrimiento de la gente corriente, y todos los males que la guerra desencadena, tanto físicos como morales, hasta desembocar en un final en el que el odio, el grito, la violencia parecen imparables.
Novela coral, pero en la que destaca una serie de personajes bien caracterizados, en los que se manifiesta la complejidad de las personas, capaces de lo mejor y de lo peor. Uno puede pensar que quizá Urban ha cargado las tintas al describir tanta maldad, tanto abuso, de los que parece que muy pocos se salvan, tanto sufrimiento, pero lo que nos ofrece es un lamento universal por la paz, por la justicia y por la libertad de los hombres. Bebe en Dostoievsky, Tolstoi, Andreiev, entre otros, y se nota.
Luis Ramoneda
Milo Urban. El látigo vivo. Ed. Palabra. 2019