Parece que se va introduciendo el neologismo –el tiempo dirá si cuaja– cuñadismo, con la doble acepción de 'nepotismo o favoritismo hacia los cuñados', que es sinónima de amiguismo; y de 'tendencia a opinar sobre cualquier asunto, queriendo aparentar ser más listo que los demás'. Este segundo significado es más bien de uso coloquial.
Basta asomarse a tantos programas basura de televisión, a las tertulias radiofónicas, a las encuestas que se hacen a pie de calle…, para comprobar que la verbosidad excesiva es característica de la sociedad en la que vivimos. No digamos si se trata de una reunión de amigos mientras se toman unas copas o en un descanso en el trabajo o en una celebración familiar... Parece que, si uno no opina, es el pardillo del grupo. Qué raro resulta encontrarse con alguien que diga sencillamente: "sobre esto no puedo opinar, porque no sé o no estoy suficientemente informado o no debo hacerlo". Con el uso de los mensajes electrónicos, además, llegamos a unos niveles realmente contaminantes de lugares comunes, ocurrencias más o menos graciosas, pero superficiales, frívolas o groseras y a algo mucho peor: el insulto, los juicios temerarios, cuando no calumniosos, sobre cualquier hijo de vecino, aunque nada o poco tengamos que ver con esa persona y con sus asuntos.
El que sabe de un tema o está bien informado sobre determinada materia sufre ante tal invasión y ante la impotencia para lograr que prevalezcan la verdad y el rigor, frente a tanta palabrería vana. ¡Cuánto tiempo malgastado en decir o escribir tonterías! Si lo dedicáramos a leer, a reflexionar un poco, a escuchar al que sabe, a aprender, otro gallo nos cantara, pero no: hay que hablar, hay que pregonar la última ocurrencia a bombo y platillo, para que parezca que soy el más listo, el más simpático o el que grita más fuerte.
La sabiduría va por otros derroteros que exigen esfuerzo, sosiego, humildad, silencio… Después llegará como un premio el pensamiento enriquecedor, la palabra o la imagen bella y adecuada... Pensaba sobre esto la tarde del pasado 25 de diciembre, mientras leía Ficciones para una autobiografía de Ángeles Mora y me topaba con estos versos sobre las palabras: "Germinan bajo tierra / donde la historia, poco a poco, / esparce sus semillas. / La tarde arroja en los caminos / melancolía. Y ellas florecen / allá donde se pierde el horizonte, / abandonando sombras, / abriéndose en cascadas / repetidas, cristales de la noche, / con esa música secreta / que esconden / los nombres del mañana." Poco puedo añadir.
Luis Ramoneda
Angeles Mora. Ficciones para una autobiografía. Bartleby Editores. 2015.