Decía
hace unos años un viejo historiador que "España es como el
rey Midas: todo lo que toca entra en decadencia". Y, para ilustrarlo,
recordaba la serie de monedas de oro que los monarcas españoles enviaron
a Roma para el embellecimiento de la Basílica de Santa María la Maggiore. Felipe
II, envió monedas de oro macizo, Felipe III oro con
menos ley y, finalmente, Felipe IV plomo con un barniz de oro.