Es una novela que, bajo una trama inquietante, reflexiona sobre la existencia y la naturaleza del mal. Este interesante thriller lleno de tensión e intriga ha sido finalista del XXII Premio Jaén de Literatura Juvenil.
Un estudiante de posgrado de la Universidad Complutense recibe un extraño e–mail en su correo. Quien sea quien lo haya enviado sabe que el estudiante se ha hecho con el Satanae legatum, un legendario manuscrito en latín del siglo XIII que versa sobre el mal. Una vez que el e–mail se abre, la acción no deja tregua al lector. Javier, un joven reportero de la revista Atlántida, recibe el encargo de descubrir qué pasó en realidad con el becario. Pronto el periodista descubrirá que nada es lo que parece y que son muchos los intereses que giran en torno al desaparecido Satanae legatum. Lo que el reportero no esperaba era que su propia vida se viese arrastrada por lo que, en un principio, sería un simple reportaje.
Durante su investigación conocerá a una joven misteriosa llamada Eva, se acercará al mundo de las sectas luciferinas y se verá envuelto en una aventura tan trepidante como reveladora. Reveladora de muchos aspectos de la realidad y de la naturaleza del mal pero, sobre todo, de sí mismo. Javier deberá oponerse a sus miedos, aprender a conocerse y perdonarse para vencer en esa lucha que es inherente a la vida.
Tras la apasionante trama, en la que no faltan desde secuestros hasta asesinatos, late una afirmación de León Tolstoi que se cita en la novela: Si no quieres que el mal exista, no obres mal. Todos los males del mundo provienen de que el hombre cree que puede tratar a sus semejantes sin amor.
La estructura de la novela es sólida, sustenta un argumento que se desgrana con la dosificación necesaria y que desemboca en un desenlace tan inesperado como necesario. De hecho, un lector avispado podría presentir el final a partir de los datos que se le suministran pero, no por ello, va a quedar menos impactado por el desencadenamiento de los hechos. Los espacios cargan de verosimilitud la acción, al situarse en escenarios tan reconocibles como la Ciudad Universitaria de Madrid, la Puerta de Toledo, la Cuesta de San Vicente, Plaza de España y un chalet de las afueras de la capital… Especial connotación adquiere el Parque del Retiro, donde la famosa estatua del Ángel Caído, hasta ahora la única dedicada en el mundo al diablo, presencia una escena cargada de intensidad.
Todos los personajes resultan creíbles y cercanos y van creciendo página a página delante de los ojos del lector. Especialmente, Javier. Su complejidad, vislumbrada desde el momento en que acepta el reportaje, se acentúa conforme se enfrenta a los peligros que conlleva la búsqueda del Satanae legatum pero, sobre todo, conforme se va desvelando ante él mismo. El lirismo se asoma de cuando en cuando en medio de tanta acción y consigue una prosa sugerente. Como botón de muestra, una frase que encontramos al poco de iniciar la novela: “La noche, que había mordido la curvada orilla de la luna, le latió encima”.
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Un estudiante de posgrado de la Universidad Complutense recibe un extraño e–mail en su correo. Quien sea quien lo haya enviado sabe que el estudiante se ha hecho con el Satanae legatum, un legendario manuscrito en latín del siglo XIII que versa sobre el mal. Una vez que el e–mail se abre, la acción no deja tregua al lector. Javier, un joven reportero de la revista Atlántida, recibe el encargo de descubrir qué pasó en realidad con el becario. Pronto el periodista descubrirá que nada es lo que parece y que son muchos los intereses que giran en torno al desaparecido Satanae legatum. Lo que el reportero no esperaba era que su propia vida se viese arrastrada por lo que, en un principio, sería un simple reportaje.
Durante su investigación conocerá a una joven misteriosa llamada Eva, se acercará al mundo de las sectas luciferinas y se verá envuelto en una aventura tan trepidante como reveladora. Reveladora de muchos aspectos de la realidad y de la naturaleza del mal pero, sobre todo, de sí mismo. Javier deberá oponerse a sus miedos, aprender a conocerse y perdonarse para vencer en esa lucha que es inherente a la vida.
Tras la apasionante trama, en la que no faltan desde secuestros hasta asesinatos, late una afirmación de León Tolstoi que se cita en la novela: Si no quieres que el mal exista, no obres mal. Todos los males del mundo provienen de que el hombre cree que puede tratar a sus semejantes sin amor.
La estructura de la novela es sólida, sustenta un argumento que se desgrana con la dosificación necesaria y que desemboca en un desenlace tan inesperado como necesario. De hecho, un lector avispado podría presentir el final a partir de los datos que se le suministran pero, no por ello, va a quedar menos impactado por el desencadenamiento de los hechos. Los espacios cargan de verosimilitud la acción, al situarse en escenarios tan reconocibles como la Ciudad Universitaria de Madrid, la Puerta de Toledo, la Cuesta de San Vicente, Plaza de España y un chalet de las afueras de la capital… Especial connotación adquiere el Parque del Retiro, donde la famosa estatua del Ángel Caído, hasta ahora la única dedicada en el mundo al diablo, presencia una escena cargada de intensidad.
Todos los personajes resultan creíbles y cercanos y van creciendo página a página delante de los ojos del lector. Especialmente, Javier. Su complejidad, vislumbrada desde el momento en que acepta el reportaje, se acentúa conforme se enfrenta a los peligros que conlleva la búsqueda del Satanae legatum pero, sobre todo, conforme se va desvelando ante él mismo. El lirismo se asoma de cuando en cuando en medio de tanta acción y consigue una prosa sugerente. Como botón de muestra, una frase que encontramos al poco de iniciar la novela: “La noche, que había mordido la curvada orilla de la luna, le latió encima”.