Scott y Kimberly Hahn, padres de familia numerosa, forman un matrimonio luminoso y lleno de afán apostólico. Su caminar hacia la Iglesia católica ha estado sembrado de lucha interior, incomprensiones y distancias -pues Scott se convirtió cuatro años antes, y era además un prometedor teólogo presbiteriano-. Pero por encima de todo se ha impuesto en su vida el amor: del uno hacia el otro, a sus hijos, a la verdad y, sobre todo, a Cristo y a la Sagrada Escritura.