Władysław Reymont (Kobiele-Wielkie, 1867 – Varsovia, 1925) se convierte en 1924 en el segundo de los cuatro escritores polacos que recibieron el Premio Nobel de Literatura; pues en 1905 había sido galardonado su coterráneo Henryk Sienkiewicz; en 1980 Czesław Milosz y Wisława Szymborska en 1996. Su apellido heredado era Rejment, pero él mismo deseó cambiarlo, quizá para protegerse mejor en una sociedad demasiado influenciada por la invasión rusa que sufría su tierra. Hijo de un organista y una noble, vivió su infancia en Tuszyn, cerca de Łódz. Aunque sus padres deseaban que fuese sacerdote, él consiguió prepararse para el oficio de sastre, pero no lo ejerció ni un solo día, pues se fue con una compañía de teatro y tras fracasar, consigue trabajo en una línea ferroviaria…Hasta que se casa y comienza a publicar como corresponsal para La Voz de Varsovia, a la vez que inicia una carrera narrativa y consigue éxito con algunas de sus crónicas, en concreto con Peregrinación a Czestochowa (1894). Por esa época se traslada a vivir a Varsovia y viaja a Zakopane, Viena, Paris, Londres, otras capitales europeas y a Estados Unidos, invitado por su gobierno para estar con los emigrantes polacos en aquel país. Sufrió un accidente ferroviario en 1900 y durante su curación conoció a otra mujer con la que se casa dos años más tarde, tras la anulación de su primer matrimonio. Antes, había comenzado la publicación de algunos relatos cortos y novelas de las que acabaron por ser una extensa obra. Enfermo del corazón no pudo acudir a Estocolmo a recibir el Nobel, que le fue enviado a París, donde estaba siendo tratado. Falleció en Varsovia, donde está enterrado en el cementerio de Powazki, aunque una urna con su corazón – como también ocurre con el del compositor Frédéric Chopin - está puesta en uno de los pilares de la iglesia de la Santa Cruz de la capital polaca.
Premio Nobel de Literatura 1924. Entre sus novelas se destacan Komediantka (1896), Fermenty (1897), Ziebia Obiecana (1899), la tetralogia Chłopy, Los campesinos, (1904 -1909), "su gran epopeya nacional" por la que recibió el Nobel, que se considera su obra cumbre y es un fresco realista de la vida en Polonia, con lenguaje dialectal y ambientaciones lugareñas. Se le considera en el ámbito del realismo social de la época, como Zola o Galdós, pero lo cierto es que fue autodidacta y siempre evitaba declaraciones que evidenciaran su limitación, pues no leía idiomas extranjeros. Su agudeza y éxito estribó en la perspicacia, la gran capacidad de sintonizar con las personas y los ambientes, que era capaz de reflejar con una fidelidad basada en la sencillez de su escritura. La tierra de la gran promesa, traducida a quince idiomas y llevada al cine en dos ocasiones – en 1927 por A. Węgierski y A. Hertz y en 1975 por A. Wajda - se presenta ahora como inédita en España, aunque hace décadas se hayan publicado en nuestro país otras de sus novelas, como El vampiro en los años treinta o Los campesinos, en los cincuenta del siglo pasado.