Nacido en Madrid, su nombre auténtico es Gabriel Téllez, siendo Tirso de Molina un pseudónimo adoptado. A los dieciséis años ingresa como novicio, profesando a los veintiuno en los mercedarios, orden en la que ocupará distintos cargos. Varias veces fue condenado al destierro o recibió la prohibición de escribir obra alguna de teatro, todo ello motivado por envidias de rivales literarios o políticos. Sus obras son una excelente representación del mundo de su época, de las costumbres, de la vida. En especial acierta en el retrato femenino, personajes a los que dota de una fuerte carga psicológica. Su temática abarca desde obras religiosas ("Santa Juana, La mejor espigadora, El colmenero divino, El laberinto de Creta), enredos amorosos (El vergonzoso en palacio, Marta la piadosa, Don Gil de las calzas verdes, La gallega Mari-Hernández) o escritos de mayor calado y hondura como El burlador de Sevilla y convidado de piedra o El condenado por desconfiado. En la primera de ellas fija el mito de don Juan, que será más tarde retomado por autores de la talla de Zorrilla, Molière, Mozart, Byron o Shaw. El segundo trata el tema del destino y la salvación del hombre, asunto básico de la mentalidad de la época, con una hondura similar a la de Calderón. Falleció en Almazán en 1648.
Fray Gabriel Téllez, mercedario, fue uno de los más grandes dramaturgos del siglo de oro español, junto con Lope de Vega y Calderón de la Barca, con una obra muy variada y extensa y un buen puñado de obras geniales.