Educar las manos (o educar la ciudadanía)

Las manos son algo realmente

prodigioso. En ellas se resume lo versátil, lo humilde, lo inteligente, lo

cariñoso, lo sincero o lo cínico. Podremos labrar –es el instrumento de

instrumentos, diría mi maestro Polo-; podremos recibir en ellas limosna,

inventar la rueda; acariciar y dar un apretón de manos... y hacer como que

damos un apretón de manos... Son expresión de la reciprocidad en situación de

justicia plena: un yo y otro yo que, libremente, como lo que son –dos "
class=SpellE>yoes" en pleno ejercicio de su querer- se muestran. Es la

expresión gestual de la relación de dos.

 

Siempre he pensado que también

que el "dos" es algo prodigioso. El día y la noche, las aguas de arriba y la

aguas de abajo, luz y tiniebla, hombre y mujer; la música es ritmo, la

distancia incomprensible entre dos momentos.

 

Y estos días, a la vista de eso

que denominan "educación para la ciudadanía" veo peligrar, naufragar, las manos

de los hombres. Sólo en la diferencia, en la conciencia u hondón del alma, el

yo se aquilata, se consolida. Sólo en la relación única, absolutamente única,

entre un hijo y su padre, un hijo y su madre, se forja ese algo único que puede

luego ponerse en la mano.

 

Si el Estado quiere introducirse

ahí, en el lugar donde se toman decisiones, donde cada quien asume la

responsabilidad de su vida y puede, sinceramente, dar un apretón de manos...

¿qué será de nosotros? Es simple ¿ha de formarse la conciencia, ha de aprender

el hombre a vivir con otros hombres? Si. Ya he dicho muchas veces que el hombre

aprende casi todo y casi siempre –y digo casi pero digo también todo y

siempre-. Pero ¿no parece aberrante que sea el Estado –ese ente sin rostro que,

en realidad posee rostro de personas con poder - el que configure aquello que

es único? ¿No es bárbaro que evalúe la conciencia para confirmar la adecuación

a su rasero uniforme?

 

-"Señor Estado", si conforma las

conciencias a su antojo ¿quién podrá dar la mano, yo único, a otro yo único? Y

lo que es aún peor ¿quién podrá, con su mano, levantar la voz, señalar un

camino distinto al que usted, TodoPoderoso

ente, marque? Ciertamente su TodoPoder quedará

así expedito. Nadie, ninguna mano, se opondrá a la violencia de su mano; nadie

podrá frenar su mano cuando manipule a los hombres como si fueran instrumentos.

 

El Estado no debe tener manos,

sino sólo la obligación de dejar espacios y de posibilitar que las manos de los

ciudadanos crezcan libres, inteligentes, generosas, sinceras, cariñosas... pero

no tiene derecho a someterlas, a encadenarlas a moldes: ¡¡sean como sean!! No

es el contenido lo grave sino el hecho. No quiero que me enseñen cómo han de

quererse mis padres, ni qué religión es verdadera y cual un engaño. Es

irrelevante que coincida o no con mi modo de ver la vida. Defiendo mis manos y

todas las manos.

 

Deseo, imploro, que toda mano

libre –toda conciencia libre- se levante para pedir la palabra -como en una

sesión civilizada- y eleve su voz, diga al Estado y a todos que no dejará que

el TodoPoder Político forme su

conciencia, quite el alma a sus manos.

 

Consuelo Martínez
class=SpellE>Priego

Prof. de Antropología Filosófica

 

 

Para leer más:

 

R. Spaeman,
Ética: cuestiones fundamentales.


href="http://www.clubdellector.com/fichalibro.php?idlibro=1244">http://www.clubdellector.com/fichalibro.php?idlibro=1244

 

J. Ratzinger, Verdad, valores

y poder. Piedras de toque de la sociedad pluralista.


href="http://www.clubdellector.com/fichalibro.php?idlibro=3371">http://www.clubdellector.com/fichalibro.php?idlibro=3371

 

R. Termes, Antropología del

Capitalismo


href="http://www.clubdellector.com/fichalibro.php?idlibro=2360">http://www.clubdellector.com/fichalibro.php?idlibro=2360

 

A. Vázquez de Prada,
Sir Tomas Moro


href="http://www.clubdellector.com/fichalibro.php?idlibro=1845">http://www.clubdellector.com/fichalibro.php?idlibro=1845