El escritor Miguel Delibes sigue haciendo un buen servicio a la sociedad por sus ideas expresadas en sus libros y artículos. Uno de los más consultados y reproducidos actualmente trata del aborto, y vale la pena releerlo en un año electoral, cuando la política acapara titulares pero poniéndose de perfil sobre esta cuestión decisiva para la sociedad. Delibes llegó a escribir que la aceptación social del aborto es una de las peores enfermedades de nuestra sociedad. Acertó.
Las feministas partidarias del aborto defienden la libertad de las mujeres para abortar: «nosotras parimos, nosotras decidimos». Sin embargo su explosión visceral no resiste la prueba de la lógica racional. Decía Delibes: «Eso está muy bien y es de razón siempre que en su uso no haya perjuicio de tercero. Esa misma libertad es la que podría exigir el embrión si dispusiera de voz, aunque en un plano más modesto: la libertad de tener un cuerpo para poder disponer mañana de él con la misma libertad que hoy reclaman sus presuntas y reacias madres».
El “abortismo” añadía el escritor se presenta como progresismo: ese que defiende al débil como era el obrero frente al patrono, el niño frente al adulto, el negro frente al blanco. Había que tomar partido por ellos. Y aquí incurren en una falta de lógica humana: «No se pensó que la vida del feto estaba más desprotegida que la del obrero o la del negro, quizá porque el embrión carecía de voz y voto, y políticamente era irrelevante. Entonces se empezó a ceder en unos principios que parecían inmutables: la protección del débil y la no violencia. Contra el embrión, una vida desamparada e inerme, podía atentarse impunemente».
Y concluye que cuando algunos seguidores de la ideología abortista caen en la cuenta de su incoherencia, entonces «la náusea se produce igualmente ante una explosión atómica, una cámara de gas o un quirófano esterilizado». Miguel Delibes “dixit et manet”, es decir, afirmó paladinamente y eso permanece. Porque es la razón y la conciencia humana normal no depravada.
Jesús Ortiz López