El arte de la novela en Chesterton

1. INTRODUCCIÓN:

 

Es frecuente escuchar que Chesterton

era un mal novelista. Es casi seguro que la culpa de este prejuicio que se nos

ha impuesto la tengan Jorge Luis Borges, que tanto lo admiraba, la mala prensa

que en nuestros días padece la alegoría y algún que otro intelectual que no es

capaz de reconocer en el inglés, a pesar de su genialidad, nada más que un

católico converso enamorado de la Edad Media.

 

Con este prejuicio nos hemos leído muchos las

novelas de Chesterton, y así, mientras celebrábamos y

admirábamos sus ensayos y obra poética, denostábamos, haciéndonos eco de

aquellos prejuicios, su obra novelesca.

 

Estamos llenos de prejuicios. Un día, hablando

con un amigo sobre este asunto (aunque no era Chesterton

el motivo de la conversación) me dijo que no creía en la educación por este

motivo, porque consideraba que ésta consistía en llenar de ideas
class=SpellE>precocinadas
por no se sabe muy bien quién la cabeza de los

chicos, o incluso, por la buena fe y el gusto, no siempre acertado, de los

maestros. De un profesor de la facultad aprendí a no leer las introducciones o

prólogos de los libros, al menos, hasta haber leído las obras.

 


style='font-size:12.0pt;font-family:"Times New Roman"'>Manalive

style='font-size:12.0pt;font-family:"Times New Roman"'> es la quinta novela de
class=SpellE>Chesterton que leo (creo que no tiene más), y la mejor, a

pesar de que lo diga en la contraportada una tal Mircea
Eliade. Aún más, me ha dado la clave para entender

todas las demás.

 

2. TEORÍA SOBRE LA NOVELA:

 

Para estudiar la teoría de la novela que tiene
class=SpellE>Chesterton
la compararemos con la de ese gran teórico de la

misa que es Mario Vargas Llosa. Es curioso ver cómo dos escritores pueden ser

tan antagónicos en casi todo y coincidir en algo, en una idea, llegando desde

presupuestos tan dispares, desde puntos de partida tan contrarios.

 

Si Vargas Llosa reivindica el liberalismo en lo

económico y el laicismo radical en lo social, Chesterton

hace lo propio con el socialismo y el cristianismo. El primero, reconciliador

por naturaleza, diplomático, de vida sana. El segundo, polémico, se reía de

todo, hasta de su propia envergadura, realmente proverbial.

 

Vargas Llosa entiende la novela como un género

ateo, laico, deicida. Chesterton como una imagen

preciosa de la creación, donde el hombre imita a Dios creando a su vez (y es

que el hombre está hecho a imagen y semejanza de Dios).

 

Probablemente, si se hubieran conocido en vida

no habrían estado de acuerdo en casi nada, menos en una de las características

de la novela que para ambos es esencial.

 

Para Chesterton, el

artista "rehace el mundo y ése es el significado de todos los retratos y

edificios públicos. Es más, aunque trate de pintar las cosas como son, las

pintará, inevitablemente, como deberían ser". Esto mismo opina Vargas

Llosa, que entiende que el novelista es un rebelde insatisfecho con su mundo

que pretende rehacerlo, mediante la escritura, como él cree que debería ser (la

diferencia es que si Chesterton piensa que el artista

escribe sobre las cosas rehaciéndolas no es por esa rebeldía
class=SpellE>vargasllosiana
, sino porque el hombre humaniza lo que ve).

Para el inglés la novela es una obra de arte, y por lo tanto, espejo de la

creación. Para Vargas Llosa el escritor rehace su mundo simplemente porque es

el que conoce. Aunque esta teoría en el peruano sólo es válida para las novelas

de corte realista, en Chesterton lo es para todas, de

modo especial para los cuentos de hadas, a los que tanto aprecio tiene, pero

paradójicamente, "en el momento en que un que el artista moderno abandona

todo intento de recrear la realidad pierde prácticamente su poder sobre la

leyenda". Vargas Llosa es uno de esos artistas modernos que de diversas

maneras ataca Chesterton, pues éste "se pierde,

con demasiada frecuencia, al tratar de de encontrarse y fijarse a sí mismo;

impone un yo ficticio sobre el yo real e irreflexivo que, de otro modo, se

habría expresado libremente". Es decir, la teoría de de Vargas Llosa de

que el novelista realiza un streap-tease a la inversa

quedaría rechazada por Chesterton.

 

No obstante, con todas las objeciones que hemos

ofrecido entre un autor y otro, lo más esencial en la teoría de ambos es la

misma; el artista "rehace el mundo".

 

3. LA NOVELA DE CHESTERTON:

 

Sí, todas las novelas de Chesterton

poseen una profunda impronta alegórica. Pero eso no las desmerece en absoluto,

más bien al contrario. La culpa de  la

mala prensa de la alegoría que ya hemos anunciado existe en nuestros días se

debe en mi opinión a dos hechos; a la Edad media y a Borges. El argentino

escribe un ensayito en "Otras Inquisiciones", "Sobre la alegoría

en las novelas", en el que contrapone a Croce y

a Chesterton. Borges hace una afirmación que peca de

ingenua y poco estudiada, pues si bien en un momento dado parece poner en duda

quién tiene razón, si el arte alegórico y realista de Chesterton

o el nominalista e individualista de Croce, lo cierto

es que en ningún momento queda la duda de que el realismo de la alegoría murió

en la Edad Media con el aplastante triunfo del nominalismo. El problema creo

que estriba en que Borges es un nominalista perdido, un intelectual frío (ojo,

sólo en sus ensayos) y por eso mismo un escritor tan alejado y tan ajeno de la

realidad, no sólo del realismo.

 

Los personajes de Chesterton

son todos seres alucinados, extravagantes, locos, quijotes en un mundo en el

que ya no se entienden . Pero precisamente por eso son

más hombres, más reales, más cercanos que todos los personajes de la mal

llamada novela realista. Evan y Turnbull
style='mso-spacerun:yes'> 
("La esfera y la cruz") son capaces

de batirse en duelo y perseguirse por toda Inglaterra, con la policía detrás.

Pero es que si por algo merece la pena batirse en duelo es por algún motivo

religioso o teológico, como es la existencia de Dios. Auberon
Quin, en "El Napoleón de Nothing

Hill", junto con Wayne, son dos visionarios que

luchan por un ideal anacrónico  e

imposible; su barrio, los barrios, dicho de otro modo, la humanidad de la vida.

Gabriel Syme, el detective-poeta de "El Hombre

que era jueves" no sabemos si es un alucinado o un santo que contempla la

faz de Dios. La búsqueda de ese rojo exacto tiene algo de obsesivo, quizás

quijotesco, en "El Regreso de don Quijote", pero también tiene el

valor de símbolo, como la flor azul de Novalis y los

modernistas.

 

4. MANALIVE:

 

Pero "Manalive"

(hombrevivo) tine algo que

no poseen las demás novelas. A Innocent
class=SpellE>Smith
(el personaje más maravilloso de las novelas de
class=SpellE>Chesterton) lo acusan de asesino, ladrón, bígamo y polígamo.

En el improvisado juicio que se realiza en la casa de huéspedes va saliendo

inocente de todos los cargos que contra él se empeñan en cargar el

cientificista Cyrus Pym y

el racionalista Warner.

 

No es un asesino, es un hombre que da la vida.

La historia del renacimiento del decano de Brakespeare
College, Cambridge, es

sensacional, concebida (como el resto de las historias) como una verdadera

trama policial. No es un ladrón y no es que codicie los bienes ajenos, es que

ama tanto, con una desmesura tal, los bienes propios que no hay cabida para

más. No es bígamo ni polígamo; ama tanto a su mujer que la rapta cien veces

para gozar de cien lunas de miel, está enamorado tan radicalmente y se3 siente

tan indigno da la vuelta al mundo durante catorce años, pues el mundo es

redondo, para reencontrarse con su mujer, su casa y sus hijos.

 


style='font-size:12.0pt;font-family:"Times New Roman"'>Smith

style='font-size:12.0pt;font-family:"Times New Roman"'> destruye las

tradiciones, pero no quebranta los mandamientos, todo lo contrario que sucedía

en aquella Inglaterra de principios de siglo, donde las tradiciones y las apariencias

eran mucho más importantes que lo importante.

 

Sí, las novelas de Chesterton

son alegóricas, y por eso, realistas, críticas, subversivas y bellas. Borges,

el mejor admirador de Chesterton, se equivocaba en

este punto. Y se equivocan, como yo antes, los que menosprecian las novelas
class=SpellE>chestertonianas
por prejuicios fundados no en valores

estéticos, sino morales, y aunque en boga, obsoletos.