En
este Día de la Familia celebrado en Madrid hemos participado miles de familias,
superando distancias y las inclemencias del tiempo. Hemos testimoniado que la
familia es la solución a los problemas más graves de la sociedad, porque es la
mejor escuela para transmitir los valores cotizados hoy día. Por ejemplo,
la libertad solidaria, el trabajo como
servicio, el respeto a las creencias de los demás, la libertad de expresión, la
tolerancia, el diálogo sincero, la crítica constructiva, o la concordia, para
mencionar sólo algunos. Y así se habla de valores emergentes, aunque son
valores de toda la vida, pero enterrados muchas veces por el individualismo
insolidario, el afán de revancha, la envidia y los celos, la competitividad, la
discordia, el egoísmo, la violencia como método, la extorsión, o el desprecio
de la vida. Son valores emergentes en cuanto vuelven a descubrirse como
necesarios para la democracia y para una vida social sana.
España en el vagón
de cola
Pues
bien, siendo la familia siempre la institución más valorada en las encuestas,
sin embargo es menos cuidada por las instituciones públicas. Más bien es
atacada desde diversos frentes, como las leyes que facilitan el divorcio exprés
en España, hasta el punto de que es más fácil divorciarse ahora que incumplir
el contrato con una compañía de gas. En concreto, las rupturas matrimoniales
por divorcio, sólo en el año 2008, han dejado 110 mil hogares rotos y
dispersos: el compañero por un lado, la compañera por otro, uno o dos niños
trashumando de una casa a otra, y la consabida intervención de los abuelos que
cargarán con buena parte del problema. Para verlo con más realismo, pensemos en
que cada día se producen más de 333 rupturas, una cada
4,3 minutos.
Si
a esto unimos el invierno demográfico que se establece en España, con una media
de 1,3 hijos por mujer en edad de procrear, entonces se comprenderá que los
hogares están cada vez más vacíos, con 2,7 miembros de media. Esto significa
mayor trabajo, una comunicación empobrecida, más aburrimiento y búsqueda de
alicientes fuera del hogar, además de un
futuro nada halagüeño a medio plazo. Y no digamos al llegar la tercera
edad, cuando aumentarán las personas que viven y mueren solas, salvo que
organizaciones solidarias y eclesiales multipliquen su acción humana y
caritativa. Si vamos a los términos
macroeconómicos, nuestro país aporta un 1,2 por ciento del PIB en ayudas
a la familia, mientras que la media en la Unión Europea es de 2,1. Esto supone
212 euros al año por persona en España, mientras que la media europea es de 439
euros. El Cardenal Antonio María Rouco resumía esta
situación diciendo que España está en el vagón de cola en ayudas familiares.
Elogio de la gente
corriente
En
esta fiesta de la Sagrada Familia se ha visto la catolicidad de la Iglesia y la
familia sin fronteras, el cauce normal para el amor personal y para la salud de
la sociedad.
Viene
a la memoria el elogio del poeta Miguel Dios’Ors a la
gente corriente, minusvalorada por los poderosos que hacen las leyes contra la
familia, y perseguida por la ideología
de género, que se rebela contra la naturaleza precipitándose al vacío del
nihilismo. Dice así: «La segunda mitad
del siglo XX/ dio pasos de gigante./ Hubo no obstante algunos reaccionarios,/
gentes que se negaron a avanzar con su tiempo/ -una monja ruinosa de Calcuta,
unos papas,/ Escrivá, Solzchenistsyn,
class=SpellE>Lech Walesa,/ Jèrôme
class=SpellE>Lejeune y otros,/ sin olvidar los pérez
con sus codos gastados en el amargo roce de los lunes y martes/ y unos pocos
millares de silencios postrados/ bajo la lucecita latiente del Sagrario-,/
gentes insolidarias, no cabe duda,/ gentes reacias a vivir a cuatro patas/ y a
dar aquellos pasos de gigante/ camino de la nada./ Nadie lo supo, y ellos
sostenían/ la máquina del mundo./ Luminosos rebeldes, ellos fueron/ el rumbo de
la Historia/ durante la segunda mitad del siglo XX».
Jesús
Ortiz López
Doctor
en Derecho Canónico