style='font-family:"Times New Roman","serif";color:black'>El pasado viernes
(escribo en domingo) fui, como todos los días, en Metro a trabajar. Al llegar
al andén me encontré con un sacerdote vestido con sotana, con un cierto aspecto
preconciliar. Era algo mayor y en su mirada había algo de resignación y la intuición
de no ser aceptado por sus conciudadanos vestido de
cura. En sus ojos se reflejaba la inmensa pena producida por una sociedad
intolerante que no admite fácilmente el sacrificio, la generosidad o la falta
de egoísmo que representa la sotana. Cualquiera puede ir en el Metro en
taparrabos, suponiendo que haya algo que tapar. Puede verse a una pareja en el
preámbulo inevitable a un revolcón. No es extraño
style='mso-spacerun:yes'> observar, aunque no quiera, a gente dormida.
Pero los cabellos sólo parecen erizarse ante a un sacerdote católico vestido
con sotana.
style='font-family:"Times New Roman","serif";color:black'>También en el Metro
leo el suplemento cultural de un periódico que antes llevaba el subtítulo de
independiente. En un artículo de tono irónico-festivo, en el que aparece un
dibujo de un asiento del Metro, hay sentadas tres personas: un joven
típicamente actual, en medio un señor con corbata y cartera con un rosario en
la mano, a la derecha una chica con mirada de asombro, un poco escandalizada,
le contempla. El autor del artículo se mofa de los coleccionables que siempre salen
en septiembre. Dentro de los más pintorescos está uno que abarca los distintos
tipos de rosarios. La mordacidad es especialmente sarcástica con la peculiar
colección.
style='font-family:"Times New Roman","serif";color:black'>¿Qué representan
estas dos situaciones? La respuesta por obvia no puede soslayarse, y no
quisiera caer en tópicos. No hay verdadera libertad, si un sacerdote católico
sabe que su presencia es molesta. ¿Por qué es asombroso rezar en el Metro? y
¿por qué la imagen de un señor mayor con cartera y con corbata resulta extraña?
Es evidente que estamos en un comienzo de algo inquietante. Lo católico empieza
a molestar por el sólo hecho de existir, no se persigue directamente, sino que
se empuja, de forma más o menos suave,
al ghetto. No me acuerdo bien, pero los del
class=SpellE>ghetto más famoso, el de Varsovia, acabaron exterminados.
style='font-family:"Times New Roman","serif";color:black'>El título del libro
de Mariano Fazio, Cristianos
en la encrucijada, me ha sugerido esta reflexión. El libro es apasionante.
El propósito de Fazio es evidente. Como dice Gabriel
Marcel el mundo parece un reloj roto. Su corazón ha dejado de latir. Esa
sensación, evidente en el periodo de entreguerras, parece enlazar con la
actualidad. La civilización, la cultura europea parece agotada. Algunos
pensadores creen que es cuestión de tiempo, y más bien breve, el fin de la idea
de Europa al situar su pensamiento de espaldas a su identidad genuina. Esta
sensación la tuvieron diversos escritores en el periodo de entreguerras.
style='mso-spacerun:yes'> Zweig en su libro
de memorias El mundo de ayer explica que se sentía un europeo acosado
por su propia europeidad, despreciado o silenciado por sus amigos europeos por
ser judío. Zweig recuerda que todos los caballos del
Apocalipsis han pasado por su vida, las ideologías de masas: bolchevismo,
fascismo, nacionalsocialismo y nacionalismos devastadores que han matado la
cultura europea. La barbarie volvió a renacer, segunda guerra mundial, por dar
la espalda a todos los valores humanos que han construido de Europa, al ser
reconstruidos como opuestos a la trascendencia.
Los pensadores de este periodo tenían conciencia de la crisis
cultural y por supuesto la tenían los pensadores cristianos. La solución estaba
clara. Entre los veinte y los treinta en Europa hay un auténtico movimiento de
renovación religiosa y espiritual por parte de un numeroso grupo de
intelectuales. Más fortalecido, si cabe, porque en esos años
style='mso-spacerun:yes'> se dan un gran número de conversiones
religiosas por parte de filósofos, escritores, historiadores buscando como
diría Lorca en un poema dirigiéndose a Dios que le devolviera su alma
antigua de niño: la religión de sus padres. El fenómeno, como dice el
autor, se manifiesta especialmente en Francia e Inglaterra con numerosas
conversiones al cristianismo. El libro, pues, se desenvuelve en dos grandes
apartados: por un lado, el estudio de cuatro intelectuales franceses:
class=SpellE>Berdiaeff, Gilson,
class=SpellE>Mounier, Maritain; y por otro los
de la órbita anglosajona, Chesterton, Belloc, Dawson
y Elliot.
style='font-family:"Times New Roman","serif";color:black'>Maritain
style='font-family:"Times New Roman","serif";color:black'> profundizando en el
humanismo, desde la filosofía tomista, propuso un cristianismo abierto y
plural. Berdiaelf, de origen ruso, manifestó la
necesidad de una sociedad que volviera a valorar lo espiritual recordando los
principios europeos de la Edad Media (cualquiera se atreve a decir esto ahora).
Gilson propuso la apertura de los cristianos a la sociedad
civil sin refugiarse en lo privado. Mounier,
finalmente, desde su filosofía personalista, se enfrentó al individualismo
destructor y al adormecedor
colectivismo.
style='font-family:"Times New Roman","serif";color:black'>
style='font-family:"Times New Roman","serif";color:black'>En Inglaterra la
figura de Chesterton llena toda una época con su filosofía del asombro que
acaba conduciéndole a Dios, como cuenta Fazio.
style='font-family:"Times New Roman","serif";color:black'>Dawson se basa en los
primeros tiempos del cristianismo para que vuelvan a manar las fuentes
culturales en las que ha bebido originariamente nuestra sociedad y nuestra
cultura. T.S. Elliot habla de una sociedad cuyo
modelo se basa en el cristianismo y sería un remedio para la decadencia de la
sociedad inglesa.
style='font-family:"Times New Roman","serif";color:black'>Todos los pensadores
coinciden en profundizar en las ideas cristianas para mejorar la realidad
temporal. El cristianismo, sin confundirlo con ninguna organización política,
puede hacer que el mundo sea más habitable, más libre, y más responsable. Y
esta postura fue tomada por estos intelectuales frente a la realidad en la que
vivían.
style='font-family:"Times New Roman","serif";color:black'>El profesor
class=SpellE>Fazio, ex-rector de la Pontificia Universidad de la Santa
Cruz (Roma), y autor de libros como Historia de las ideas contemporáneas, es
un hombre al que le preocupan las semejanzas entre los períodos de entreguerras
y el comienzo del segundo milenio: el cristianismo continúa en la encrucijada y
los intelectuales deben ser los líderes del nuevo renacimiento, para no acabar
como el impaciente suicida Zweig sin "ver otra vez la
salida del sol".
href="http://www.clubdellector.com/fichalibro.php?idlibro=7245">Cristianos en
la encrucijada Los intelectuales cristianos en el período de entreguerras
Mario Fazio Ediciones Rialp.
S.A. Madrid 2008