La fotografía del Papa Francisco confesándose vale más que mil palabras. Otro gesto suyo fácil de entender para cualquiera que mire y se pregunte qué le dice personalmente esa noticia.
Después de recibir la absolución sacramental, el Papa ha utilizado otro confesonario para oír a unos cuantos penitentes, como antes hicieron Benedicto XVI y Juan Pablo II en estas fechas de Cuaresma. Es un modo bien concreto de hablar de la Confesión como sacramento instituido por Jesucristo para perdonar a los pecadores arrepentidos.
No es una simple bendición y mucho menos un rito mágico sino el coloquio del penitente con el mismo Jesucristo por medio de su ministro, tal como se percibe en el nuevo ritual estructurado en forma de diálogo sincero del pecador con el sacerdote. Hay por tanto examen de conciencia, dolor por unos pecados concretos, con propósito de luchar para no caer de nuevo. Hay sinceridad al manifestar en particular esos pecados cometidos, con la conciencia de volver al Padre como el hijo de la parábola. Y después el fiel acepta la penitencia impuesta incluida la reparación si se trata de pecados contra la justicia, de maledicencia o de escándalo.
Recientemente el Papa Francisco ha hecho otro gesto bien significativo a favor de la Confesión sacramental, al señalar una jornada de «24 horas para el Señor», para que se abrieran templos en cada diócesis, día y noche de ese día, con sacerdotes disponibles para administrar este sacramento y para dedicar tiempo a la adoración eucarística. Porque es bien conocido que muchos chicos abandonan la Confesión después de la Confirmación –los que la hacen- e incluso después de su Primera Comunión. Aunque también es preciso reconocer que gracias a la insistencia de los Papas el sacramento de la Reconciliación está hoy más solicitado por los fieles que hace años, porque en verdad todos preferimos las cosas auténticas a los sucedáneos.
A las puertas de la Semana Santa por excelencia cada uno puede considerar que si el Papa Francisco se considera pecador necesitado de la Confesión mejor no considerarse un santito que se entiende directamente con Dios, como el que ha sustituido los sacramentos por las pastillas relajantes, la religión por el yoga, y a Dios por la autoconciencia.
Jesús Ortiz López