Después de
Valencia, de Colonia y de Cuatro Vientos vamos desmontando tópicos, porque no
es verdad que los jóvenes rechacen a la Iglesia, ya que muchos están vinculados
a las parroquias, movimientos e instituciones apostólicas, o grupos de oración
y de caridad. Ciertamente otros no han descubierto aún la verdadera Iglesia de
Jesucristo, pero los jóvenes ya comprometidos tienen una fe vigorosa y son
capaces de dar testimonio en la universidad, en su grupo de amigos, en muchas
class=SpellE>ONGs y aún en su propia familia. Oírlos aplaudir a la
Iglesia en Valencia con el mismo ritmo que a Benedicto XVI es una experiencia
que habla por sí misma: «Santidad, te queremos cantidad», decían algunas
pancartas. Ya saben que ellos son la Iglesia y no pueden verla desde la
frialdad de la distancia ni fiarse de las caricaturas que les hacen desde el
cine y la televisión.
En realidad,
el pensamiento valiente de Juan Pablo II y ahora de Benedicto XVI confirma que
la posmodernidad, con el relativismo y el
escepticismo, sólo puede hacer un mundo fragmentado que pierde el norte
vital y llega a satisfacer las expectativas de los hombres del siglo XXI.
Sencillamente porque no se puede apartar a Dios del corazón de los hombres ni
de la vida social, y a la vez pretender crecer en justicia, en verdad y en
libertad. Por aquí habrá que buscar la raíz de tantos problemas que aquejan
particularmente a Europa y en concreto a la sociedad española, que tienen mayor
calado que la política del momento, porque están en juego libertad responsable
en las sociedades abiertas, que puedan presentarse como modelos para tantos
países sometidos a las dictaduras, los valores humanos auténticos, y el sentido
trascendente de la vida.
Ciertamente
los jóvenes en Valencia no representaban a toda su generación pero son una
muestra importante de quienes atienden a los planteamientos razonables de la fe
y buscan soluciones imaginativas para los graves problemas de la
sociedad. Y más si se suman a los que acompañaron con entusiasmo a Benedicto
XVI el verano pasado en Colonia, y a los que sintonizaron con Juan Pablo
II «un joven de 83 años» en la gran fiesta de Cuatro Vientos en Madrid en 2003.
Los pensadores y los políticos no pueden ignorar esa fuerza que va contra la
corriente de lo fácil, probando que sólo una minoría busca sexo y drogas, o
están angustiados con el problema del primer trabajo. Los jóvenes de Juan Pablo
II y de Benedicto XVI están demostrando que saben intuir la verdad y
están dispuestos a seguir a quienes les exigen porque van delante con la verdad
de una vida coherente. Volviendo a Valencia, Benedicto XVI dijo al término de
su homilía que: «La familia cristiana –padre, made e hijos- está llamada, pues,
a cumplir los objetivos señalados no como algo impuesto desde fuera, sino como
un don de la gracia del sacramento del matrimonio infundida en los esposos. Si
éstos permanecen abiertos al Espíritu y piden su ayuda, él no dejará de
comunicarles el amor de Dios Padre manifestado y encarnado en Cristo». Por
último, el Papa anunció que el VI Encuentro se celebrará el año 2009 en la
ciudad de México, que es una parte importante del continente de la esperanza.
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Jesús Ortiz López
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Capellán de Pastoral Familiar
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