La polémica por las fotografías pixeladas de Santiago Sierra ha impedido hablar de las buenas obras expuestas en ARCO. Y así nos ocurre una vez más que enredados en anécdotas ridículas dejamos de pensar en lo importante, en muchos campos como el arte, la política, o la ética.
Hay quienes subrayan el carácter transgresor del arte que rompe con unos moldes establecidos, pero hay que añadir que sin ofender a nadie ni exaltar a quienes van contra las leyes que nos permiten vivir en sociedad. Pues calificar de «presos políticos» a delincuentes condenados y otros imputados en espera de juicio es una burla a la sociedad democrática.
La libertad de expresión en un derecho admitido aunque no es el principal como el derecho a la vida, al trabajo digno, y a formar una familia, o el derecho a la propia dignidad, que está protegida también por las leyes (en este caso las víctimas de los terroristas condenados o los catalanes no independentistas y en realidad todos los españoles). Y situándonos en un sustrato más básico sabemos que cualquier persona con sentido común se da cuenta de cuándo la libertad de expresión es utilizada torticeramente para atacar las convicciones de una persona o las creencias de un colectivo. La grandeza de la democracia reside en que también acoge a quienes van contra ella, aunque deben ser responsables de sus actos y ataques a la pacífica convivencia. Decimos que todas las opiniones son respetables aunque hay que añadir que el respeto se debe a las personas que sostienen una opinión, porque resulta que unas opiniones están bien fundadas y contribuyen a la convivencia y otras no se sostienen razonablemente y tienden además a destruir las relaciones entre las personas.
A diferencia de estos artistas episódicos hay otros que procuran construir algo positivo y contribuyen al bien común social, además de honrar a las bellas artes. Por ejemplo, son pocos los que saben que ha fallecido el escultor castellano Venancio Blanco, que fue miembro de la Academia de Bellas Artes de San Fernando y director de la Academia Española de Bellas Artes en Roma. Un escultor adelantado a su tiempo, moderno y clásico a la vez, que combinaba los planos y las rectas en sus figuras, incluidas las de carácter religioso porque era un hombre de fe. Ahí quedan sus imágenes de san Juan de la Cruz o de santa Teresa, y otras muchas expuestas varias veces en las sucesivas ediciones de «Las edades del hombre», posiblemente uno de los mayores proyectos culturales desde hace treinta años. Y todo eso no se lo perdonan algunos.
Quizá tenía razón el músico compositor Pierre Boulez cuando dijo que el secreto de la creación es la generosidad, porque algunos pseudoartistas ególatras sólo saben escandalizar vomitando sus propias fobias. Acertaba Boulez cuando decía estas cosas porque la obra creadora de Dios sólo se explica desde su libérrima generosidad, dado que el Dios verdadero no tenía ni tiene ninguna necesidad de crear nada ni nadie. Jesús Ortiz