href="http://www.clubdellector.com/fichalibro.php?idlibro=9513">La obra
presenta como telón de fondo una cuestión interesantísima y nada teórica que, a
mi parecer, goza de gran actualidad en estos momentos de crisis moral, y se la
plantean los mejores decididos a dar sentido a su vida.
Hago
esta afirmación porque una persona inteligente, íntegra, busca en buena medida
ser sincera, no engañarse a sí misma, para actuar conforme a una norma según
naturaleza y con una finalidad acorde con su dignidad.
El
primer paso consiste en atreverse a afrontar la realidad, y reconocer que
todos, ¡todos!, tenemos ante nosotros una serie de cuestiones, preguntas, que
inexorablemente abordamos de un modo u otro.
Conocí
hace años a un profesor universitario, muy competente en su materia, con el que
entablé una amistad duradera, que ante este tipo de preguntas transcendentes no
quería pensar; trabajaba bajo el lema ya antiguo que reza así: "
class=SpellE>etsi Deus non
class=spelle>daretur". Ante esa realidad que se le colaba
entre los entresijos de su investigación, mostraba miedo a las consecuencias.
Podemos
encontrar también, con cierta frecuencia, personas que se plantean más o menos
directamente cuestiones esenciales para dar sentido a sus vidas como personas;
y si no es tan a las claras, notan en su interior un ronroneo tal como el que
hizo exclamar a S. Agustín: "Señor, nos creaste para Ti, y nuestro corazón
estará inquieto hasta que descanse en Ti".
Este
ronroneo no se puede acallar ignorándolo sin grave riesgo de perder nuestra
identidad, hay que abordarlo con la ayuda necesaria; pues de la solución que
adoptemos, incluso antes, de la actitud sincera con que lo tratemos, dependerá,
cómo confeccionaremos nuestro "modus vivendi", la perspectiva con que
abordaremos la realidad que nos rodea y, en última instancia, fundamentará
nuestra felicidad.
La
respuesta es clara, y a la vez ardua; no basta enunciarla, hay que
conquistarla, hay que hacerla nuestra de modo personal, nadie la puede dar por
nosotros y, si la esquivamos con prejuicios pseudo-intelectuales, o
pseudo-científicos no conseguiremos sino desagregarnos, quedaremos como un
montón de grava amorfa con un rictus de ironía en el rostro, desangrándonos por
dentro y destilando amargura: el hombre, "una pasión inútil" como
conclusión a la que llegó el filósofo que sólo consideró al hombre como un
producto del materialismo.
Este
amigo mío, al que me he referido, había rechazado la tesela fundamental del
class=SpellE>puzle de su vida. Reconocía que
su actitud era incongruente, pero seguía sin querer abordar la cuestión; ¿se
puede vivir con una incongruencia esencial permanentemente? Ante una situación
similar solo cabe acallar la conciencia, renunciar a lo más genuinamente
humano, y justificar nuestra conducta errónea y cobarde: se acaba pensando como
se vive.
Se
impone ser honestos en la búsqueda, y amar sobre todo la verdad, si bien esa
verdad pueda acarrear sorpresas y sea exigente con nuestro comportamiento y
exija sacrificio, sacrificio que se tornará en gozo y paz una vez nos hayamos
decidido a dar una respuesta positiva a esa llamada que prendió en la mente y
el corazón.
Luis
Corazón González