Releo, en magnífica traducción de Julio Martínez Mesanza, "La Vida Nueva", de Dante (Alianza Editorial, Madrid 1986). La obra acaba con la promesa de Dante de decir de ella "lo que jamás fue dicho de ninguna", promesa que, como señala Martínez Mesanza en el prólogo, cumple con creces en "La Divina Comedia".
El amor del poeta por Beatriz es espiritual, provocado por la belleza física que no es sino un trasunto de su belleza moral y que Dante atisba con nueve años, según él mismo nos dice. Que el amor al prójimo nos lleva al amor a Dios ya lo había dicho San Agustín. Dante se limita a mostrar cómo sucede esto en su propia vida. El amor se conoce por sus frutos, por su fecundidad; aquí está el fruto maduro del amor de Dante: unos poemas bellos que nos acercan a Dios, como antes acercó Dios a Dante la belleza de Beatriz.
Y hablando de belleza, también acabo de releer el texto sobre estética más profundo que nunca he leído. Las reflexiones sobre la belleza del entonces cardenal Ratzinger en "Herido por la flecha de la belleza. La Cruz y la nueva estética de la fe" (30 Días, septiembre de 2002, recogidas después junto con otros artículos en "Caminos de Jesucristo", Ediciones Cristiandad, Madrid 2004) son extraordinarias. A raíz de la aparente contradicción del salmo 45, que dice de Jesucristo: "Eres el más bello de los hombres. De tu boca fluye toda la gracia" con el famoso pasaje de Isaías, el de "Creció en su presencia como brote, como raíz en tierra árida, sin figura, sin belleza…" Ratzinger se pasea por el pensamiento de Agustín de Hipona, de Platón, de Nicolás Cabasilas, de Hans Urs von Balthasar. La belleza es la verdad, y la paradoja, que no contradicción, de los dos pasajes del Antiguo Testamento, se explican porque son como el sonido de dos notas distintas de la misma trompeta provocadas por un mismo soplo.
Pero lo interesante es la reflexión posterior del actual Pontífice: "La belleza es conocimiento, una forma superior de conocimiento, porque alcanza al hombre con toda la grandeza de la verdad." La belleza es conocimiento, y por eso nos advierte Ratzinger de que "nos empobrece, y devasta a la fe tanto como a la teología, si despreciamos y rechazamos como verdadera fuente de conocimiento la conmoción producida por el encuentro del corazón con la belleza". A continuación, el Papa cuenta una experiencia estética que lo conmocionó; concierto en Munich. Al lado, el obispo luterano Hanselmann. Cuando concluye la música de Bach Ratzinger habla, seguramente sin palabras: "todo aquel que ha escuchado esto sabe que la fe es verdad".
Y el broche de oro, la conclusión. Si a Jesucristo, a Dios, "no lo conocemos solamente a través de meras palabras, sino al ser heridos por la flecha de su belleza paradójica, entonces aprendemos a conocerlo realmente y a saber de él no sólo de segunda mano". Es flecha porque este conocimiento a través de la belleza es doloroso, lógicamente. Steiner habla en Presencias Reales del peligro de contemplar el arte bajo el prisma de la crítica, y de la crítica que se hace de la crítica… La razón puede convertirse en obstáculo para acceder a la verdad. Y a la Verdad. "La belleza es conocimiento, una forma superior de conocimiento".