Basándose en la teología moral católica y en la filosofía aristotélico-tomista, el autor defiende la existencia de absolutos morales: principios morales que no admiten excepciones (no mentir, no cometer adulterio, no matar...). El artículo hace frente sobre todo a una nutrida corriente proporcionalista (que intenta juzgar la moralidad de las acciones de acuerdo con el mal menor en las presuntas consecuencias). Finnis recuerda que no se puede obrar el mal en busca de un bien y que, como ya Sócrates intuyó, "es mejor sufrir la injusticia que cometerla". El hombre no puede evitar el mal en el mundo, pero debe evitar ser él quien lo cause.