Durante los últimos cien años, la teología no ha dejado de preguntarse acerca de la naturaleza genuina del culto cristiano. La búsqueda del hombre por desentrañar el significado más pleno de la liturgia ha constituido un fenómeno muy característico del pensamiento eclesial del siglo XX.
A lo largo de este periodo, muchas y variadas han sido las claves propuestas para su comprensión. La liturgia es, ante todo y sobre todo, vida, y su celebración, un encuentro personal y vivificante con el Dios siempre vivo.
En esta perspectiva, la liturgia se nos muestra como una «ventana» abierta hacia el infinito, un atisbo de la verdad eterna a la que están llamadas la persona, el mundo y la historia.