La novela refleja uno de los temas recurrentes del autor: las relaciones padre-hijo. La historia, narrada por un adolescente, tiene algo de quimera a lo doctor Barnard o Patricia Hearst, pero sobre todo adquiere tintes quijotescos a bordo del Citroën Tiburón de su padre. Viviendo de la trampa, padre e hijo huyen de ciudad en ciudad durante los últimos años del franquismo, odiándose y amándose, cultivando entre ellos una estrecha soledad.