En El Cairo, unos islamistas han atacado a los fieles que salían de los oficios en la catedral de San Marcos, lanzando piedras y cócteles molotov desde lo alto de los edificios vecinos. Las fuerzas del orden presentes no han intervenido.
En Irak, un granjero cristiano es secuestrado. El rescate supone 60.000 dólares. Sus captores le han dado a elegir: si él y su familia se convierten al Islam no tendrá que pagar... Y pagó.
En Gojra, Pakistán, mientras una multitud histérica pretende linchar a los cristianos que huyen de sus casas incendiadas, muchas familias musulmanas les ofrecen la suya como refugio, arriesgando así sus vidas.
Doscientos millones de cristianos -uno de cada seis- carecen de libertad para practicar su fe. Son perseguidos, discriminados y, algunos de ellos, asesinados. Creer en Dios supone un riesgo, a veces muy alto, pero hay muchas razones para la esperanza.