Los padres se preocupan cada vez más, por la educación de sus hijos. Educar es complicado, y más por la abundancia de inferencias negativas del entorno. Pero el bien tiene un poderoso atractivo; el ejemplo de los padres sigue siendo, con gran diferencia, el mejor medio para educar. En una casa es imposible fingir; la realidad, para bien o para mal, siempre sale a la luz. Dice un conocido pensador que se educa por contagio en ambientes fértiles. Luego, los hijos harán el uso de su libertad y no siempre los frutos se verán a corto plazo.
Es obvio que no hace falta ser fueras de serie para educar bien, pero sí la lucha constante por mejorar. El autor se ha fijado en algunas facetas de un modo especial, que servirán de fundamento para que cada uno vaya formando su propia personalidad. Ibáñez Langlois no habla de teorías; como padre de familia numerosa y directivo de colegios, sabe que educar no es fácil; que muchas veces cuesta ir contracorriente, que cometemos errores, pero que vale la pena gastarse por dejar unos hijos bien formados.
El autor repasa algunas cualidades: orden, obediencia, responsabilidad, constancia, sinceridad, fortaleza, sobriedad, respeto..., que nos gustaría que adquirieran y vivieran las personas a las que queremos. Coherente con su planteamiento, dedica un capítulo al ejemplo.