El escenario de esta novela se sitúa en la Albania medieval. Una joven vuelve a su ciudad natal después de años de ausencia: allí sólo encuentra a su madre, ya que todos sus hermanos han muerto en la guerra o a consecuencia de una terrible peste que ha diezmado el país. Cuando le preguntan quién la ha traído, responde que uno de sus hermanos a lomos de un caballo. El enigma está servido: es imposible que el jinete sea su hermano, muerto años atrás. Comienza la leyenda, a pesar del esfuerzo de las autoridades locales para evitar habladurías e interpretaciones fantásticas: se extiende la creencia entre la gente de que resulta verosímil que se haya producido una resurrección para cumplir una promesa. En la tradición del pueblo albanés, la fuerza de la palabra empeñada obliga de tal manera que puede llegar incluso a romper las barreras de la muerte. Kadaré desarrolla la narración con suavidad y cierta dosis de suspense: tras la intrigante trama, el lector va descubriendo huellas que se mueven en la frontera entre sueño y realidad, dejando una puerta abierta al misterio. Como en otras novelas de Kadaré que recogen antiguas tradiciones y leyendas, Albania sirve de punto de referencia para el ser humano. El pequeño país mediterráneo –a caballo entre Oriente y Occidente, sujeto a la extorsión de los poderosos pueblos vecinos- refleja la tensión del corazón del hombre, a caballo también entre el mundo fantástico y el real. El sorprendente desenlace de El viaje nupcial nos muestra que, al menos en la literatura, lo obvio no es siempre lo verdadero y que, por un extraño fenómeno, el lector se inclina siempre a creer en la coherencia y posibilidad real del misterio.