En el nombre del padre: inaugura la señal de la cruz. En el nombre de la madre, se inaugura la vida.
«La adolescencia de Miriàm/María finaliza de una hora a otra. Un anuncio le pone un hijo en el regazo. Aquí tenemos la historia de una joven, obrera de la divinidad, narrada por ella misma. Aquí tenemos el amor desmesurado de Iosef por la esposa prometida y entregada a algo muy distinto. Miriàm/ María, judía de Galilea, arrolla toda costumbre y toda ley. Llevará a cabo su tarea pariendo sola en un establo. Ha callado. Aquí se narra su gravidez arriesgada, el viaje y la perfecta eclosión de su regazo. La historia sigue siendo misteriosa y sagrada, pero con las cuerdas vocales de una madre yunque, fábrica de chispazos.»
Miriam/María parió sola. Éste es el mayor prodigio de aquella noche de natividad: la pericia de una joven y madre, su soledad asistida. Nada de estrella y magos en camellos, sino la sabiduría de parturienta de Miriam/María. Y De Luca nos la cuenta.