En vez de proyectarse hacia el siglo XXI, Francia parece dedicar su energía a la conservación de un modelo obsoleto. El país dejó de trabajar en 1980, dice el autor, y desde entonces vive de rentas. Algo marginada hoy en día en los foros internacionales, está financieramente débil. Entre los ciudadanos hay desconcierto, lo que propicia la demagogia. Y esto es lo propio de las situaciones prerrevolucionarias. Y sin embargo, afirma Baverez, los franceses cada vez están más maduros para el cambio. Para alcanzar esa madurez se debe empezar por reconocer que hay un modelo que ya no funciona: el modelo del Estado del bienestar.
Edición | Editorial | Páginas | ISBN | Observaciones |
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2005 | Gota a gota |
118 |
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