En plena II Guerra Mundial, cuando la contienda parece que exigía una cultureta charlatana y así como de arenga belicista, el escritor anglosajón ofrece unas conferencias en Oxford en las que no habla de las diabólicas acciones de Hitler en Europa sino de la educación de los más pequeños. Cosa francamente inusitada dada la revuelta internacional. La visión de futuro y esperanzadora de Lewis es clara, ¿qué se está enseñando en los centros de estudios?, ¿cuáles son los pilares que deben aprender los lactantes de las primeras letras para que puedan ser los portadores de un mundo más esperanzado que se inaugure tras la contienda mundial?
El escritror irlandés es consciente de que con las primeras papillas del conocimiento al niño se le transmite una atmosfera de verdades, no sólo impresiones o sentimientos. Es decir, un niño que cree estar haciendo su "tarea de lenguaje" ni siquiera sospecha que la ética, la teología y la política están en juego. A Lewis le da la sensación de que se está ofreciendo a las nuevas generaciones un universo sin principios, sin "objetividades primoridales". Los profesores a quienes alude en su texto, sólo hablan de percepciones de la realidad, de sentimientos, pero eluden los fundamentos de la realidad, las "primeras verdades del sentido común". Con lo cual se les convierte en carne de cañón de ideologías. Si los hombres y mujeres están incapacitados para encontrar la verdad sobre el mundo serán susceptibles de aceptar sin miramientos lo que él denomina "la oferta del mago". Cualquiera les puede proponer su propia verdad (desde una oferta política totalitaria hasta el seguimiento de Gran Hermano) a cambio de que los sujetos pasivos la acepten reverencialmente.
Y haciendo un recorrido de citas desde la filosofía griega y oriental, hasta San Agustín, comenta que en las grandes civilizaciones hay una doctrina natural común, algo que no podemos olvidar: "la doctrina del valor objetivo, la creencia en que ciertas actitudes son realmente veraderas, y otras realmente falsas". Incluso cuando se hace un comentario del tipo: "esa catarata es sublime", no sólo se están describiendo las propias emociones, sino que se afirma que "el objeto merece esas emociones". "Si no fuera por esta afirmación - comenta el escritor - no habría nada con qué estar de acuerdo o en desacuerdo".
Son 80 páginas magistrales, ineludibles para el que quiera meter la nariz por primera vez en el universo de Lewis.
Edición | Editorial | Páginas | ISBN | Observaciones |
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2001 | Andrés Bello |
80 |
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