Con la autoridad moral que da el haberse comprometido en la educación de sus siete hijos, el autor, conocido pedagogo chileno, señala con precisión y ejemplos muy claros el papel de padre en la educación de sus hijos. La complementariedad entre la educación materna y paterna queda manifiesta, así como las inevitables diferencias en la percepción de las cosas entre el varón y la mujer; su conjunto resulta complementario y enriquecedor para la familia. Aclara cómo el éxito primordial del varón no es el profesional y demuestra un gran sentido común cuando indica que el padre, cuando el hijo llega a la adolescencia, pasa a ser un héroe de perfil bajo.
La dedicación a los hijos durante la infancia redunda en una confianza que resultará vital cuando el hijo crezca. El padre no debe limitar su papel a las grandes decisiones y mucho menos a conceder o denegar permisos y dinero para las salidas. Quizás por la profunda antropología que hay sustentado este estilo de vida y estos consejos, el libro resulta atractivo, ameno y práctico para el lector. Al terminar la lectura, el resultado es una motivación positiva hacia un estilo de paternidad exigente pero asequible. José Manuel Mañú