Javier Tomeo (Huesca 1932-Barcelona 2013), estudió derecho y criminología en la Universidad de Barcelona. En 1963 editó, junto a Juan María Estadella, La brujería y la superstición en Cataluña.
Obtuvo en 1971 el premio de novela corta Ciudad de Barbastro, por El Unicornio.
En la década de los setenta aparecieron otros títulos como El castillo de la carta cifrada.
En la década de los ochenta se confirmó como uno de los mejores y más personales narradores españoles contemporáneos. Muchos de sus textos escritos se han adaptado al teatro, tanto en España como en otros países, con extraordinario éxito.Vivía solo. No tenía hermanos. No tuvo hijos.
En los últimos meses de su vida tuvo múltiples complicaciones de su diabetes y falleció a los 80 años por una grave infección en el Hospital Sagrado Corazón de Barcelona.
El 26 de junio de 2013 se celebró en Barcelona un funeral laico. El 27 de junio fue enterrado en el cementerio de Barcelona.
Narrativa:
En El cazador (1967), un hombre se encierra para siempre en una habitación de su propia casa como un eremita para no tener que tratar con su madre.
En El unicornio (1971), cuya forma es la de un libreto con acotaciones, los espectadores de una obra de teatro van cayendo uno a uno como en una novela policiaca expresionista.
El castillo de la carta cifrada (1979) es, para el crítico Rafael Conte una “fábula sobre la imposibilidad de escribir y mandar cartas a pesar de todo”.
En Amado monstruo (1985), una de sus obras maestras, disecciona una entrevista de trabajo marcada por el complejo de Edipo de sus protagonistas.
En El cazador de leones (1987), es el monólogo de un hombre que trata de conquistar a una mujer por teléfono que nunca responde.
Bestiario (1988) recoge la vida de numerosos animales, particularmente de los insectos.
En Preparativos de viaje (1991) da cuenta de la imposibilidad de un vendedor de sillones giratorios para adentrarse en las fronteras de un misterioso país llamado Benujistán.
La agonía de Proserpina (1993) introduce por primera vez a un personaje femenino real, frente a las mujeres ausentes habituales hasta entonces en su narrativa.
Conversaciones con mi amigo Ramón (1997) tiene por motivo sus divagaciones con Ramón Riera, personaje muy recurrente en la obra de Tomeo.
En Los nuevos inquisidores (2004) comprende una amplia retrospectiva de los cuentos de Tomeo desde finales de 1950 hasta el presente, muchos de ellos inéditos y todos revisados por el autor especialmente para esta edición.
En La mirada de la muñeca hinchable (2003) un hombre solitario urde un diálogo imposible con una muñeca de plástico en un mundo general del que sólo oye los ruidos. Este solitario no necesita que le contesten y por esa misma razón también entabla de vez en cuando alguna conversación con su madre muerta.
En El cantante de boleros (2005), narra la vida monótona de otro hombre solitario, con ínfulas de cantante, que habla también con su madre muerta.
Como puede verse, muchos de sus protagonistas son personajes solitarios, autistas o con problemas de comunicación.
Su narrativa fue con frecuencia experimental, inspirada a veces en la perspectiva de las cosas, los animales y otras formas de vida. Sus ficciones procedían por acumulación de detalles ilógicos hasta alcanzar la exacerbación del absurdo en medio de la realidad más cotidiana, con un contenido crítico hacia la incoherencia de la organización social. Su visión de la condición humana fue, pues, dramática y existencial, pero también muy lírica y humorística, simbolista, que se declaraba contra todo nacionalismo, autonomismo, machismo y feminismo, contra toda dictadura real, o escondida, todo tópico, todo falso idealismo, todo prejuicio, los medios de comunicación, defendiendo la animalidad, los instintos y la monstruosidad de los seres humanos, desde la incomunicación total en la que el ser humano se hunde.
Su estilo fue sobrio y minimalista.