Cuarta novela del autor, publicada en 1983. En capítulos alternos se oye la voz del agonizante Casaldáliga –que juega a hacerse el muerto para ver quién de sus posibles herederos es digno de su fortuna-, mientras que en el resto se reconstruyen aquellos momentos de su vida en que creyó ser dueño de su destino. Nacido con el siglo XX, Casaldáliga ve su futuro burlado por dos veces –truncado el heroísmo del amor y el de la lucha-, atraviesa la guerra civil española huido cómodamente en Portugal, y decide por fin apostar fuerte al ofrecerse como delator al comienzo de la dictadura. Obsesionado con el consejo que le repitió hasta la saciedad su padre durante la infancia – labrarse un destino original, único, que pudiera contarse en pocas palabras y así ser recordado-, encuentra en su propia cobardía y abulia el humus para espiar su momento de fortuna. Casaldáliga se muestra ajeno, como todos los egoístas, a la marcha de la historia. Su lema, tomado de Propercio, no puede ser más elocuente de su postura ante la vida: "Con todo, este siglo no cambiará mis costumbres: sepa cada uno ir por su camino". La figura del padre, omnipresente, estará llena de guiños parta conducir el modelo de su conducta. La prosa de Marías, envolvente, lenta, de alta calidad, se pliega al monólogo interior o avanza a saltos para narrar entrecortadamente los hitos de esta historia. Quizá la fascinación que ejerce en el lector arranca de su gusto por contar las cosas a medias, basculando entre el deseo de saber y el de taparse los oídos, entre desvelar los secretos mejor guardados y llevárselos íntegros a la tumba. Un cóctel de dolor e ironía que contiene ya todas las virtudes de sus premiadas novelas posteriores.
Edición | Editorial | Páginas | ISBN | Observaciones |
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2015 | Debolsillo |
256 |
9788483462225 |
Comentarios
De El Siglo, no puede decirse que sea un libro marginado, o "maltratado", como asegura su autor, Javier Marías, en el prólogo. Sus capítulos alternados y su prosa envolvente han atraído desde su primera publicación en 1983 a enjambres de lectores agradecidos que han zumbado y cuchicheado sobre él y llevado su sabor agridulce a grandes distancias. Aunque El siglo, comunica una impresión demasiado mansa del genio de Marías, su reputación está a la altura de sus grandes novelas de madurez; Todas las almas, Corazón tan blanco y Mañana en la batalla piensa en mí. Y su narrador, Casaldáliga, que anciano y agonizante rememora su pasado, está a la altura de personajes como el conde Orsini de Bomarzo.