Una vida de gestos es el título de la segunda novela, excelente, de Chang-Rae Lee, un norteamericano de origen coreano de 39 años. Su primera obra, en lengua materna, también era muy interesante.
El protagonista de esta obra, Hata, es un viejo propietario de una tienda de productos médicos en una ciudad tranquila. Cumplidos los setenta años, decide jubilarse y vender la tienda. Lo que más le preocupa es la suerte de su hija adoptiva, que ya vive independizada, es madre de un hijo, y con la que nunca se llegó a entender. Precisamente ahora cree que es un buen momento para restablecer el contacto.
La otra cara de la novela son los recuerdos de Hata, de cuando era un joven oficial en el ejército japonés durante la segunda Guerra Mundial. Le tocó vivir escenas durísimas, como el tratamiento de las esclavas sexuales que traían para la oficialidad y la tropa. Aquí, cualquier otra novela de hoy, hubiera hecho un despliegue de sadoerotismo y otras variantes.
Pero Lee no es así. Su estilo es sencillo, ameno, pausado, sin estridencia alguna y sin alardes: una contención tan a contracorriente que resulta especialmente llamativa.