El hijo de un clérigo anglicano se rebela contra su futuro previsible y abandona su familia para dedicarse a pintar arriesgándolo todo. La pintura es, a partir de entonces, la fuente de sus desesperaciones y, a la vez, el sentido de su vida. Incomprendido por los suyos y por los academicistas, desarrolla un tipo de vida misantrópica, protegido por el amor de una mujer.