Publicado en 1992, Una mirada a Europa reúne seis publicaciones anteriores del Cardenal Ratzinger, realizadas a raiz de la caida del Telón de Acero y la reunificación alemana.
El volumen se compone de dos partes; la primera lleva por título "Iglesia y mundo moderno. Elementos esenciales y problemas de fondo", y la segunda "Diagnóstico y Pronóstico".
En su conjunto puede considerarse como una introducción a la ética política católica.
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Seis conferencias y
Seis conferencias del Cardenal Ratzinger publicadas en 1992, tras la caída del Telón de Acero y la reunificación de las dos alemanias. Según el autor, con ellas trata de relacionar tolerancia, identidad europea y filosofía política cristiana (pág.25).
Ratzinger defiende que el fundamento de la convivencia se encuentra en la búsqueda de la verdad sobre el hombre; verdad en el aspecto moral y apertura a la trascendencia. El hombre no es producto del azar sino del logos, inteligencia creadora que ha depositado en él sus leyes. Una libertad absoluta que desconozca la naturaleza del hombre, deviene en anarquía y posteriormente en tiranía. A nivel individual, el relativismo priva al hombre de un sentido para su vida y le conduce a abismos como las drogas, la violencia o el suicidio, una cultura de la muerte.
El cardenal alemán tiene todavía en la memoria el recuerdo del nacionalsocialismo en su país, por lo que trata de fundamentar la democracia en unos valores que no sean manipulables y supongan un límite para el poder y la voluntad de los que gobiernan (pág.156). Cita a Alexis de Toqueville cuando afirma que "los fundamentos no escritos son esenciales para la democracia, más aun que el derecho escrito" (pág.158). La democracia europea debería basarse en los principios de utilidad común, cooperación y respeto por los derechos de las minorías, empezando por la minoría cristiana.
Una ley contraria al derecho natural como puede ser la ley del aborto, no puede considerarse justa sino simplemente una imposición ideológica de la mayoría sobre la minoría. Esta forma de gobernar contribuye a dividir a la sociedad. Además del principio de mayorías, en la actualidad se aplican los principios de utilidad y de opinión pública. Este último trata de convertir en ley los juicios de valor predominantes en la sociedad, pero la opinión pública es manipulable desde el poder, y conviene recordar nuevamente el nazismo o la llamada revolución cultural en China.
Sociedad materialista es aquella que sólo valora lo que es cuantificable (dinero, producción, renta per capita, PIB; en suma el bienestar) y encuentra la horma de su zapato en el terrorismo y la falta de cohesión social. Hoy, culturalmente prevalece una visión negativa del hombre, del poder y la sociedad. Esta visión negativa contrasta con el optimismo de los que han depositado su fe en la ciencia y la técnica. El llamado progresismo concibe la libertad como la ausencia de todo tipo de vínculos y considera progreso todo aquello que coopera a su eliminación (pág.102). Puede tratarse de vínculos materiales eliminados a través de la ciencia o de vínculos morales mediante el rechazo de unas normas objetivas, lo que se conoce como relativismo.
El autor defiende la racionalidad de la trascendencia y la fe cristiana como algo que se ajusta a las aspiraciones y necesidades de nuestra naturaleza. Destaca la oración como respuesta del hombre hacia Dios cuando se reconoce como criatura (pág.120). Una política libre de ideologías no supone ausencia de valores o de capacidad transformadora. Al contrario, señala cómo en el sufrimiento de los oprimidos se descubre la verdad sobre el hombre (pág.148); una idea que luego utilizaría el papa Francisco. Las Iglesias no disponen de soluciones políticas concretas, sino que su misión es dar a conocer a Dios y anunciar su reino entre los hombres (pág.178).
Nos encontramos ante un libro denso, que necesita una cierta preparación intelectual para su lectura. Una introducción a la ética política cristiana.
El teólogo parte de una contemplación de las dos guerras mundiales y del hundimiento soviético y presenta la religión como portadora de sentido para el descreído y anémico Viejo Continente. Se trata de una reflexión, hoy más actual que nunca, sobre fe y política, sobre católicos y vida pública.