El Acontecimiento guadalupano está íntimamente unido al proceso histórico de la formación de la conciencia católica en el continente americano. Casi 500 años después de aquel 1531, fecha del «encuentro de la Virgen de Guadalupe y Juan Diego», el Acontecimiento Guadalupano continúa siendo un hecho eficaz hoy, en cada uno de sus elementos y de sus personajes, incluso con la fuerza y debilidades de los antiguos personajes. Los documentos antiguos, empezando por el Nican Mopohua, han llamado al indio Juan Diego «el mensajero de Santa María»; él, a pesar de haber estado en la penumbra de los documentos históricos, continúa cumpliendo con su misión. Por ello el papa Juan Pablo II lo canonizó el 31 de julio de 2002, proponiéndolo como «evangelista y profeta» de aquel Acontecimiento, el Guadalupano, que está en el origen del proceso histórico evangelizador del Nuevo Mundo.