Desde hace años que la televisión autonómica catalana, en sus dos cadenas, no deja de torturarnos con su "reinterpretación" partidista de la historia de la guerra civil. Desde la perspectiva nacionalista sólo hubo unos buenos y unos malos muy malos. El presente libro de César Alcalá es una contribución a deshacer este maniqueísmo. La represión en la Cataluña republicana gobernada por Esquerra Republicana de Catalunya y sus socios, bien anarquistas, bien comunistas, fue un hecho. La represión republicana no fue fruto de la "espontaneidad", sino que fue respaldada por el gobierno autonómico y adquirió tintes de genocidio sistemático al estilo estalinista. La aparición de las checas fue un claro síntoma de la voluntad política de eliminar a los adversarios.
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Bien por los fusilamientos indiscriminados, bien por el exterminio en las checas, diferentes partidos políticos hubieron de sufrir el exterminio. El carlismo contabilizó 1.199 asesinados; la Lliga Regionalista 281; de Renovación Española se asesinaron 70 miembros; de Falange cayeron 108 asesinados; de la CEDA 213 miembros; de la Acción Popular Catalana cayeron 117 afiliados y de la Unión Patriótica fueron 36. Diferentes partidos de izquierdas también sufrieron la represión ejercida por los propios partidos de izquierdas. La represión en la retaguardia de la Cataluña republicana se saldó con 8.352 asesinatos, de los cuales 2.039 fueros sacerdotes y religiosos.
Las Checas en Barcelona tuvieron dos fases muy diferenciadas. Un primer periodo estuvieron organizadas y controladas por miembros de la CNT-FAI. En una segunda fase, derrotados los anarquistas y el POUM por los estalinistas, las Checas pasaron a estar controladas por el Servicio de Inteligencia Militar (SIM). Ya en julio de 1936 el gobierno efectivo en Cataluña recayó sobre el Comité Central de las Milicias Antifascistas. El Comité fue famoso por controlar la calle con sus patrullas, controles y registros domiciliarios, sembrando el terror en la gente de bien. En octubre del 36 se crearon los Tribunales Populares y los campos de trabajo (de los cuales ningún programa de la televisión catalana habla), a modo de campos de exterminio.
En la ciudad de Barcelona funcionaron 23 checas anarquistas y 16 Checas estalinistas (incluyendo los famosos barcos. Las Checas fueron centros de represión física y psicológica donde se alcanzaron niveles muy refinados de crueldad y sadismo. Hubo varias tipologías de celdas a fin de conseguir torturar mejor a los prisioneros. Estaban las celdas armarios de 40 por 50 centímetros. El techo era regulable para conseguir que el preso quedara totalmente encogido. Había celdas confesionario que con un potente reflector para conseguir confesiones. También estaban las celdas de castigo con el mobiliario inclinado y pinturas y juegos de luces para conseguir derrumbar la psiqué del prisionero. La celda huevo era una celda ovalada de un metro y veinte centímetros de altura. El suelo estaba enladrillado de tal modo que el preso no podía ni echarse, ni andar. También funcionó en las Checas la silla eléctrica, la tortura por luz, las frecuentes palizas y la nimia alimentación.
Podrían clasificarse las Checas como micro campos de exterminio. La huida de Barcelona, por parte de los republicanos, fue tan rápida que muchas Checas ni siquiera se desmantelaron. Así, las tropas nacionales y los periodistas que con ellas viajaban, dieron testimonio al mundo entero de las atrocidades estalinistas. La obra de César Alcalá va acompañada de varios apéndices documentales entre los que destacan los listados de todos los represaliados en Cataluña.
Alfonso Carlos Amaritriain en www.archimadrid.es