La noche es una ocasión privilegiada para la lectura, antesala del sueño, momento de recogimiento y un ámbito de encuentro familiar; al leerle a nuestros hijos antes de dormir se está desarrollando un vínculo afectivo, una experiencia estética y un espacio de comunicación. La voz narrativa del adulto imprime las emociones, marca las pausas explicativas y la cadencia del cuento. El niño sigue las imágenes, memoriza situaciones y predice los acontecimientos. A partir de esta vivencia, desbordante en sentidos y para muchos escasa de palabras, la lectura adquiere un significado muy profundo en la memoria infantil.
El oso y el osito de esta serie (conformada por este y los tres anteriores: Tu y yo, osito, Muy bien, osito, ¿No duermes, osito?) encarnan como pocos personajes de la literatura infantil la relación entre un padre/una madre y un hijo/una hija. Lo hacen sin sensiblerías, superlativos ni mensajes acartonados. Su secreto no es otro que una mirada muy atenta a esas pequeñas cosas que habitan las relaciones cotidianas, una sensibilidad especial para plasmar el cariño que siente el adulto por su cría (y viceversa) y la convicción que se infiere en los libros de Martin Waddell de que educar no es otra cosa que enseñarle a un niño a ser libre.