A Carlos III y a sus hombres de gobierno les tocó desarrollar, entre 1759 y 1788, el más amplio esfuerzo reformador. Fue aquella la Edad de Oro del "absolutismo ilustrado". El mayor mérito que los historiadores de todas las tendencias han reconocido a Carlos III es el de haberse rodeado de ministros activos y bastante eficaces, en quienes depositó su confianza durante largos años y les permitió disponer de los recursos del poder.