El siglo XX ha sido un periodo de grandes contradicciones en el seno de la Iglesia católica. Mientras la Teología académica perdía valor a base de utilizar filosofías inmanentistas o materialistas, Dios iba poniendo la semilla de los que serían los nuevos maestros del pueblo cristiano. Entre ellos iba a destacar Karol Wojtyla (Juan Pablo II) y también fue el caso de Romano Guardini. Ordenado sacerdote en 1910, ejerció la docencia en distintas universidades alemanas. No quiso ser un teólogo sistemático, sino acercar a Dios a los jóvenes universitarios a través del pensamiento y la cultura. En su Autobiografía cuenta que fue el filósofo Max Scheler quien le sugirió que utilizase a los grandes autores para buscar en sus obras la huella de la verdad cristiana. Así lo hizo con Sócrates, San Agustín, Dante, Pascal, Dostoievski o los poetas Hölderlin y Rilke. Guardini desarrolla una filosofía personalista en la que, partiendo de la naturaleza y del hombre, busca acercar a éste a las más altas metas del espíritu y a Dios. Trabajó en el seno del movimiento juvenil "Quickborn" ("Fuente que mana"), donde tuvo discípulos como Josef Pieper. Buscó acercar a los jóvenes a la naturaleza, a la vida en comunidad, a la Liturgia de la Iglesia y la oración. Sus cartas a estos están recogidas en dos volúmenes que llevan por título "Cartas de autoformación" y "Cartas del lago de Como". En ellas trata cuestiones tales como la alegría, la veracidad, dar y recibir, la libertad o el silencio. En el aspecto intelectual el autor se centra en la búsqueda de la verdad, plenitud del conocimiento y de la vida. "La verdad es polifónica"- afirma. Quiere decir con ello que no es abarcable y no se la puede reducir al estrecho cauce de una ideología o una escuela de pensamiento. En el aspecto espiritual recomienda la oración, penetrarse del espíritu de la Liturgia, el rezo del Santo Rosario o el ejercicio del Via Crucis. No todo le resultó fácil. López Quintás dedica un capítulo a tratar el carácter melancólico de Guardini, contra el que éste tuvo que luchar. Sus puntos de apoyo fueron la oración y el silencio. Fue invitado a participar en el Concilio Vaticano II como experto en Liturgia y S.S. Pablo VI le ofreció la púrpura cardenalicia, pero él rechazó ambas posibilidades por su falta de salud y carácter retraído. Falleció en 1968. El libro no es propiamente una biografía y más que en el propio autor se centra en exponer los principios de su magisterio.
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El siglo XX ha sido un periodo de grandes contradicciones en el seno de la Iglesia católica. Mientras la Teología académica perdía valor a base de utilizar filosofías inmanentistas o materialistas, Dios iba poniendo la semilla de los que serían los nuevos maestros del pueblo cristiano. Entre ellos iba a destacar Karol Wojtyla (Juan Pablo II) y también fue el caso de Romano Guardini. Ordenado sacerdote en 1910, ejerció la docencia en distintas universidades alemanas. No quiso ser un teólogo sistemático, sino acercar a Dios a los jóvenes universitarios a través del pensamiento y la cultura. En su Autobiografía cuenta que fue el filósofo Max Scheler quien le sugirió que utilizase a los grandes autores para buscar en sus obras la huella de la verdad cristiana. Así lo hizo con Sócrates, San Agustín, Dante, Pascal, Dostoievski o los poetas Hölderlin y Rilke. Guardini desarrolla una filosofía personalista en la que, partiendo de la naturaleza y del hombre, busca acercar a éste a las más altas metas del espíritu y a Dios. Trabajó en el seno del movimiento juvenil "Quickborn" ("Fuente que mana"), donde tuvo discípulos como Josef Pieper. Buscó acercar a los jóvenes a la naturaleza, a la vida en comunidad, a la Liturgia de la Iglesia y la oración. Sus cartas a estos están recogidas en dos volúmenes que llevan por título "Cartas de autoformación" y "Cartas del lago de Como". En ellas trata cuestiones tales como la alegría, la veracidad, dar y recibir, la libertad o el silencio. En el aspecto intelectual el autor se centra en la búsqueda de la verdad, plenitud del conocimiento y de la vida. "La verdad es polifónica"- afirma. Quiere decir con ello que no es abarcable y no se la puede reducir al estrecho cauce de una ideología o una escuela de pensamiento. En el aspecto espiritual recomienda la oración, penetrarse del espíritu de la Liturgia, el rezo del Santo Rosario o el ejercicio del Via Crucis. No todo le resultó fácil. López Quintás dedica un capítulo a tratar el carácter melancólico de Guardini, contra el que éste tuvo que luchar. Sus puntos de apoyo fueron la oración y el silencio. Fue invitado a participar en el Concilio Vaticano II como experto en Liturgia y S.S. Pablo VI le ofreció la púrpura cardenalicia, pero él rechazó ambas posibilidades por su falta de salud y carácter retraído. Falleció en 1968. El libro no es propiamente una biografía y más que en el propio autor se centra en exponer los principios de su magisterio.