Fukuyama hace una revisión de lo que ha sido la política exterior norteamericana a partir del 11-S en paralelo con la evolución de la política neoconservadora, para culminar con una propuesta de hacia dónde deben enfocarse los esfuerzos en el panorama mundial actual. Se trata de un ensayo estructurado que sigue paso a paso las teorías de los neoconservadores y las políticas de Bush para analizar la relación entre las dos.
Edición | Editorial | Páginas | ISBN | Observaciones |
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2007 | Ediciones B |
238 |
978-84-666-2943-0 |
Traducción de Gabriel Dolls |
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América en la encrucijada. Democracia, poder y herencia conservadora, es un libro breve pero de gran solidez intelectual, en el que el gran politólogo norteamericano examina el legado del pensamiento neoconservador, analiza los errores de la administración Bush en Iraq, y propone unas bases sobre las que los Estados Unidos podrían construir una política exterior más eficaz y más aceptable para la comunidad internacional.
Fukuyama, insiste en que se ha exagerado la influencia de los intelectuales neoconservadores sobre la administración Bush, pero admite que la definición de la política neoconservadora que se realizo en los años noventa encaja muy bien con los argumentos utilizados por George W. Bush para justificar su política exterior. El pensamiento neoconservador, que tiene tras de sí una historia de más de medio siglo, no representa un bloque monolítico, pero Francis Fukuyama cree que su legado se puede resumir en cuatro puntos: la convicción de que la política exterior no puede ignorar la orientación política de los distintos estados, ni su actitud ante la democracia y los derechos humanos; la confianza de que el poder de los Estados Unidos puede utilizarse con fines moralmente elevados; su escepticismo respecto al derecho internacional y las instituciones internacionales; y en el plano de la política interior, su desconfianza hacia los proyectos ambiciosos de ingenieria social, incluidos bastantes aspectos del Estado del bienestar.
La decisión de invadir Iraq se basó sin embargo en tres errores, según Fukuyama. En primer lugar, la administración Bush tergiversó la naturaleza y la gravedad de la amenaza que representaba el terrorismo de Al Qaeda, al suponer, sin pruebas, que Saddam Hussein le podría proporcionar armas de destrucción masiva. En segundo lugar, no fue capaz de prever la reacción global antiamericana que iba a desencadenar su intervención en Iraq. Y en tercer lugar, infravaloró las dificultades que implicaría la pacificación y democratización de aquel país, un aspecto en el que contravino el tradicional escepticismo neoconservador respecto a los experimentos de ingeniería social, entre los que se encuentra sin duda el intento de transformar toda la estructura y la cultura política de un país.
En términos generales, la guerra preventiva le parece a Fukuyama un planteamiento peligroso, en la medida que su buen uso exige una infrecuente capacidad de prever el futuro. De hecho, no parece nada probable que la administración Bush vaya a recurrir a la guerra frente a los dos miembros restantes del “eje del mal”, es decir Irán y Corea del Norte.
En resumen, estamos ante un libro de gran interés, bien servido por una cuidada traducción y un útil índice temático.